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Artículos


Configuración geohistórica de la Zona Metropolitana de Chihuahua, México (1930-2000)

Geohistorical configuration of the Metropolitan Zone of Chihuahua, Mexico (1930-2000)

Artemio Ramírez-López

Universidad Nacional Autónoma de México, México

artemioramlop@comunidad.unam.mx 

https://orcid.org/0009-0003-1291-1573 

Dr. Héctor Ávila Sánchez
Universidad Nacional Autónoma de México, México

ahector@unam.mx 

https://orcid.org/0000-0002-9317-1188 

Dra. Yadira Méndez Lemus

Universidad Nacional Autónoma de México, México

ymendez@ciga.unam.mx

https://orcid.org/0000-0002-9381-9722 

 

Dra. Adriana Helia Larralde Corona

Universidad Autónoma Metropolitana, México

alarralde@cua.uam.mx 

https://orcid.org/0000-0003-0807-1615 

Recibido el 18 de marzo del 2025     Aceptado el 9 de mayo del 2025

Páginas 427-458

Financiamiento: se contó con el apoyo de una Beca para Estudios de Posgrado por parte de la actual Secretaría de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (SECIHTI, antes Conahcyt-Consejo Nacional de Humanidades Ciencias y Tecnologías), México.

Conflictos de interés: los autores declaran no presentar conflicto de interés.

Este artículo fue escrito en el marco de mi tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aún en curso.

Resume

Este trabajo analiza el desarrollo geohistórico de la Zona Metropolitana de Chihuahua (ZM-CUU) mediante el entrecruzamiento de la geografía y la historia con el objetivo de identificar las dinámicas socioespaciales y económicas que le dieron forma a esta desde 1930 hasta 2000, centrándose en los regímenes de acumulación capitalista y sus efectos territoriales. El método utilizado fue la matriz geohistórica, considerando transformaciones urbanas y dinámicas económicas durante dos periodos clave: el Régimen de Acumulación Sustitutivo de Importaciones (1930-1982) y el Régimen Dominado por las Finanzas (1983-2000). Se identificaron patrones de urbanización vinculados con la industrialización y la interacción que la ciudad (Chihuahua) tuvo por la globalización. Dichos patrones resultaron en nuevas centralidades y una progresiva expansión urbana que se desbordó sobre las áreas rurales (ejidos). Gracias al análisis geohistórico se evidencia cómo las transformaciones en territorios específicos son derivadas de dinámicas económicas adoptadas en un periodo histórico determinado.

Palabras clave: geohistoria, metropolización, régimen de acumulación, Chihuahua

Abstract
This paper analyzes the geohistorical development of the Metropolitan Zone of Chihuahua (ZM-CUU) through the interweaving of geography and history in order to identify the socio-spatial and economic dynamics that shaped it from 1930 to 2000, focusing on the capitalist accumulation regimes and their territorial effects. The method used was the geohistorical matrix, considering urban transformations and economic dynamics during two key periods: the Import Substitutive Accumulation Regime (1930-1982) and the Finance-Dominated Regime (1983-2000). Urbanization patterns linked to industrialization and the interaction of the city (Chihuahua) with globalization were identified. These patterns resulted in new centralities and a progressive urban sprawl that overflowed into rural areas (ejidos). Thanks to the geohistorical analysis, it is evident how the transformations in specific territories are derived from economic dynamics adopted in a given historical period.

Key words: geohistory, metropolization, accumulation regime, Chihuahua.

Introducción
La incidencia que el espacio (geográfico) ha mantenido en las sociedades humanas y la posición que éste ocupa en la interpretación misma de la realidad, es el resultado de la colaboración de un sinnúmero de individuos; actores que pasiva o activamente abonaron a las decisiones que transforman el espacio, no solamente en el presente sino a través del tiempo, décadas o siglos atrás[1].

El espacio, compuesto por continuidades y cambios, transformaciones e interrupciones, rupturas, correcciones y creaciones, se muestra ya no como un lienzo inerte en el cual se posicionan elementos perceptiblemente dinámicos, sino que se convierte en uno más de esos elementos[2]. Dinámico y dúctil, uno de sus mayores atributos es su indisociabilidad del tiempo, así pues, ese “espacio-tiempo” se sucede a sí mismo, pero también se acumula y se concreta de forma tangible y material[3].

El espacio deja de ser un mero escenario para convertirse en una compleja variable decisiva para la transformación de las sociedades actuales. Partiendo de esta base conceptual del espacio, no parece descabellado pensar en el estudio del mismo a través del tiempo; no solo desde una sucesión de eventos históricos sino considerando, además, las transformaciones espaciales que éstos suscitaron y los precedentes que sentaron para cambios posteriores. Básicamente, esta idea se concreta en la afirmación de Tovar sobre que “queda establecido que la Historia es la Geografía en el tiempo y la Geografía es la Historia en el espacio”[4].

En este orden de ideas, puede decirse que una síntesis geohistórica solo puede lograrse gracias a la interrelación, a veces invisibilizada por la prominencia de otras disciplinas, que se da entre la geografía y la historia[5]. Tanto la una como la otra, permiten conocer distintas realidades, pero en conjunto revelan una perspectiva a veces insospechada[6].

A saber, algunos de los esfuerzos más plausibles por interpretar esta interrelación entre ambas disciplinas, así como sus implicaciones para con las transformaciones y cambios socio-espaciales, tienen su origen en la Teoría Marxista[7], empleando principalmente el método de Marx en su crítica al sistema capitalista, es decir el materialismo histórico-dialéctico[8].

Discusión teórica

Si bien Marx y Engels nunca trataron abiertamente al espacio (la ciudad o la cuestión urbana), si tenían muy en claro que, la ciudad era resultado y consecuencia del desarrollo del modo de producción capitalista, cumpliendo las veces de catalizador y concentrador de la clase obrera. La ciudad mantenía pues una específica y cada vez más compleja, división del trabajo. En este sentido, la dinámica del crecimiento económico estaría íntimamente relacionada con la urbanización del espacio (configurando a la ciudad); así pues, el lazo entre economía y espacio (ciudad) desde la perspectiva marxiana se volvía indisoluble[9].  

No obstante, no sería hasta la segunda década del siglo XX cuando la propuesta sustancial de la Teoría Marxista (materialismo histórico-dialéctico), sería retomada por Henri Lefebvre quien conceptualizaría una óptica distinta para comprender la ciudad y el espacio en sí mismo[10]. Este resurgimiento de las ideas marxistas y su aplicabilidad para explicar fenómenos espaciales contemporáneos, si bien fue puesta en marcha por el genuino interés de Lefebvre sobre dichas cuestiones, tuvo un mayor desarrollo de la mano de autores como Manuel Castells, Christian Topalov y David Harvey.

Es así como se llega a la conclusión de que en función de las apreciaciones realizadas por importantes geógrafos como David Harvey, Neil Smith, Edward Soja y Milton Santos sobre la relevancia de la perspectiva de la dialéctica (marxista, histórico-dialéctica) para la comprensión de los fenómenos espaciales (socio-espaciales), de ninguna forma puede uno quedar indiferente ante la compleja “simbiosis” que de manera procesual e interactiva (es decir, dialéctica) se establece entre la geografía y la historia[11]. Puede decirse entonces que, la interacción de ambas disciplinas, la mixtura de sus métodos y técnicas de análisis, potencia la capacidad de comprender y dar explicación a cualquier fenómeno histórico-geográfico (espacio-temporal) en el que estén implicadas las diversas actividades antropogénicas.

La Geohistoria

Esta vertiente de la Geografía, se fundamenta en su énfasis por evidenciar el cercano vínculo que existe entre la Historia y la Geografía[12]. La Geohistoria busca estudiar la realidad espacial al aprehender el espacio geo-histórico (espacio-tiempo) como un producto social determinado por las interacciones entre la población y sus actividades económicas en el territorio bajo determinadas condiciones históricas[13]. Tal y como lo menciona Tovar en su obra El enfoque geohistórico, la geohistoria se presenta como un enfoque que pretende dar respuesta a lo que denomina el “sintético complejo de la realidad” o el sistema de equilibrio entre Sociedad/Naturaleza; este enfoque expresa la preocupación por desvelar lo que acontece desde el espacio (geografía) y desde el tiempo (historia). En consecuencia, busca explicar la relación del hombre con su medio introduciendo categorías de análisis como las condiciones históricas dadas (resultado del desarrollo de las sociedades), mismas que se expresan como determinantes necesarias e indispensables para el análisis geohistórico[14].

Por lo tanto, los métodos de reflexión, herramientas y técnicas correspondientes tanto a la Geografía como a la Historia, entran en escena para generar un análisis geohistórico que en conjunto permite comprender los determinismos naturales (espaciales) así como la capacidad de adaptación de las sociedades humanas a éstas, sus transformaciones e interacciones en el mismo espacio[15]. La Geohistoria nos señala una dinámica única y peculiar para cada época, una dinámica para cada sociedad histórica organizada sobre el espacio natural[16].

Aún y cuando la aplicación de la Geohistoria se originó, popularizó y mantuvo la atención gracias a historiadores como Marc Bolch (1886-1944) y Fernand Braudel (1902-1985) y, posteriormente, al sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein (1930-2019), debe anotarse que el Braudel retoma y aprovecha las aportaciones de su compatriota geógrafo Paul Vidal de la Blanche, quien veía a la Geografía como la verdadera ciencia de las relaciones del humano y la naturaleza, fueran éstas presentes o pasadas[17].

La reivindicación realizada por ambos autores en cuanto al papel que el espacio tiene para la compresión de la Historia es invaluable y no hace más que reafirmar la necesaria conjunción de ambas disciplinas (Geografía e Historia) para una comprensión mayormente asertiva de los sucesos sociales (socio-espaciales)[18].

En este sentido, la mención de los aportes de estos científicos sociales se justifica por el hecho de que las disquisiciones esgrimidas por ambos guardan una secuenciación teórico-intelectual directa, podría decirse hasta secuencial, con la figura de Marx en la comprensión de la historia como ciencia social unificadora y contenedora del devenir de las sociedades humanas[19].

Metodología

Área de estudio

La configuración socioeconómica de la actual Zona Metropolitana de Chihuahua (ZM-CUU), conformada por los municipios de Aldama, Aquiles Serdán y Chihuahua (figura 1), ha sido el resultado de una serie de factores socio-territoriales que aún mantienen cierta vigencia, así como por la injerencia de eventos geohistóricos acaecidos en siglos y décadas pasados. Al respecto, valdría la pena aclarar lo que en México se entiende por Zona Metropolitana (ZM); a saber, la ZM hace referencia a unidades político-administrativas (municipios) en las que se asienta un área metropolitana (AM). Es decir que, tanto la superficie como la población de una ZM serán mucho mayores que un AM.

Para Orihuela y Sobrino[20], las Zonas Metropolitanas también pueden ser definidas por una relación funcional entre dos o más áreas urbanas que se ubican en municipios contiguos. La conformación de las zonas metropolitanas en México corresponde a al menos cuatro dimensiones: a) demográfica (estructura, dinámica y movilidad residencial de la población, resultando en patrones de concentración o desconcentración); b) mercado laboral (geografía ocupacional y movilidad por empleabilidad); c) conformación territorial (características de la estructura urbana, patrones de expansión urbana y accesibilidad); d) administración y gobierno (instrumentación de mecanismos para el ordenamiento territorial y desarrollo urbano-metropolitano y gobernanza)[21].

En este sentido, se parte del supuesto de que la elaboración de la matriz geohistórica, permite entender las causas que originaron la metropolización, la cual ha desencadenado transformaciones territoriales contemporáneas como la periurbanización.

Método: matriz geohistórica

Para analizar las transformaciones ocurridas en el contexto económico dentro del espacio (actualmente) metropolitano de Chihuahua, se ha considerado como solución metodológica (en la primera fase de la investigación de esta tesis doctoral) la denominada matriz geohistórica; comprendida dentro de los métodos de la geografía económica, ésta centra su atención en los aspectos cualitativos más que en la dimensión cuantitativa del objeto de estudio (espacio-temporal)[22]. La integración de dicho método cualitativo es debida a lo siguiente:

  1. La matriz geohistórica brinda un enfoque alternativo para el estudio del tema que se está abordando en esta investigación. Debido a ello, se valoró su utilidad como un método que permite la sistematización, generalización y codificación de conocimiento que puede presentarse de manera cartográfica y escrita.
  2. El análisis geohistórico posibilita la inferencia, lo más precisa posible, de lo que ha ocurrido en esa región (espacio) a través del agenciamiento social, el cual tuvo como resultado la diferenciación y especificidad de esa región con respecto a otras en cualquier otro lugar del mundo.
  3. Con base en las indagaciones que permiten comprender la trascendencia que la Geohistoria implica para la propia Geografía, la adopción de este método no es más que el reflejo por la búsqueda de realizar una Geografía Humana crítica y reflexiva, apegada a una visión holística de la realidad social que se desborda en el espacio.

Figura 1. Zona Metropolitana de Chihuahua

Fuente: elaboración propia con base en datos de INEGI (2020).

Para Propin, el trabajo de sistematizar, generalizar y codificar la información documental obtenida, gira básicamente en torno a tres dimensiones: la espacial, la temporal y la fenomenológica. Respecto a la dimensión espacial, esta supone la constante del vínculo con la delimitación territorial en donde se realizará el análisis geohistórico y la variable (localización) respectiva a la distribución de las actividades productivas y su concentración en ciertas áreas.

Así pues, por su propia naturaleza, la matriz geohistórica se conforma como un compendio de fechas y narrativas de múltiples autores, los cuales también deben ser sistematizados y organizados de tal forma que den congruencia a las reflexiones esbozadas sobre las fases asociadas con la economía, su distribución espacial y la injerencia que tuvieron en la conformación espacial de los principales núcleos urbanos del área de estudio[23].

Temporalidad

En este punto es necesario especificar los alcances cronológicos que la matriz geohistórica ha de considerar en el análisis geohistórico. De esta forma, la integración de la misma estará contemplando un periodo que abarca desde el año de 1930 al año 2000. Este periodo de 70 años, será segmentado en dos partes: a) primer periodo: 1930-1982; b) segundo periodo: 1983-2000.

Debido a la íntima relación que existe entre las dinámicas de crecimiento (expansión) urbano y la aceleración o ralentización de la economía dentro del sistema capitalista, la razón en la que se fundamenta esta decisión tiene que ver precisamente con la naturaleza del comportamiento de los regímenes de acumulación capitalista[24].

En este sentido, el primer periodo, el cual abarca de los años 1930 a 1982, comprende lo que en México y en la región de América Latina se conoció como el Modelo de Industrialización Sustitutiva, denominado también como Régimen de Acumulación Sustitutivo de Importaciones (RASI). El segundo periodo, que comprende de los años de 1983 al 2000 se relaciona con la transición del RASI (fundamentado en la industrialización y crecimiento interno) hacia la apertura comercial internacional conocida como globalización y el cambio a un nuevo régimen de acumulación flexible; así pues, el nuevo régimen de acumulación capitalista mantuvo características diametralmente opuestas al anterior, siendo una de sus principales la flexibilización y deslocalización de los procesos productivos, así como la financiarización de la propia economía. El resultado fue el Régimen de Acumulación Dominado por las Finanzas (RADF), que buscó subsanar las fallas y posteriores crisis que se presentaron en el anterior régimen de acumulación[25].

Resultados

Estructura geohistórica de la ZM-CUU durante el Régimen de Acumulación Sustitutivo de Importaciones (1930-1982)

Un nuevo periodo de expansión industrial (1930-1940)

Los acontecimientos históricos en la escala local-regional no pueden desligarse de las tendencias y sucesos históricos inherentes a la nación y mucho menos al mundo entero; de tal manera, se ha considerado prudente mencionar algunos hitos históricos del área de estudio contextualizándolos con respecto a lo que ocurría en México y en el mundo. Aun y con el trascendental suceso económico que representó la Gran Depresión, en el contexto local, específicamente entre la década de 1930 y 1940, en Chihuahua se dieron importantes desarrollos en algunas industrias, así como el surgimiento de otras más[26]. Como un claro ejemplo de ello, estuvo la industria fundidora, encabezada por ASARCO (American Smelting and Refining Company), que fue un importante polo económico ubicado en el poblado de Ávalos (orientado hacia el sur), que si bien para 1930-1935 su producción alcanzaba los 10 millones de kilogramos de plomo y otro tanto de cobre (500, 000 kg), las inconformidades salariales, la creación del Sindicato de Mineros de Ávalos y las nuevas leyes y normativas propuestas por el gobierno federal, le significaron importantes reveses a esta empresa extranjera[27].

Aunque tradicionalmente la industria textil en Chihuahua se desarrolló en talleres de corte artesanal, fue a mediados de los años 30´s que la demanda a nivel mundial de fibras como el algodón, supuso una oportunidad invaluable para la industria textil en todo el país. En Chihuahua, el desarrollo de este cultivo (algodón) se concentró en el Valle de Delicias y el Valle de Juárez, aunque las principales fábricas textiles se localizaban en la ciudad de Chihuahua. La década de 1930 significó un resurgir de la industria textil en la capital del estado, haciendo que las fábricas capitalinas emplearan a cerca del 72% de trabajadores dedicados a esta actividad en el estado de Chihuahua[28]. Derivado de sus procesos, las fábricas que se emplazaron en la capital, lo hicieron en las proximidades del Río Chuvíscar, esto con el fin de suministrar suficiente cantidad de agua para su funcionamiento[29].

Otra industria que mantuvo un crecimiento constante fue la harinera, la cual para mediados de los años 30´s, ya superaba en valor a la industria textil. En tan solo una década la industria harinera pudo duplicar el valor de su producción, pasando de unos 2,516,088 en 1930 a 5, 364,402 para el año de 1940; si bien la tecnificación de sus procesos era limitada, los grandes molinos alcanzaron abastecer en su totalidad a la entidad, logrando inclusive realizar envíos a otras partes de país (Tampico, en Tamaulipas y Tuxpan en Veracruz). No obstante, sería hasta 1940 cuando, derivado de importantes inversiones comerciales y negociaciones, Jacobo L. Castro fenda la icónica empresa harinera “Avena 1”, empresa que produciría avena laminada para consumo humano y avena para forraje, incorporando su materia prima de los campos menonitas del municipio de Cuauhtémoc[30].

La consolidación del proceso de industrialización en Chihuahua no puede comprenderse sin la participación de la energía eléctrica, la cual para la década en mención (1930-1940) vino a sustituir otras fuentes de energía como el carbón y algunos combustibles fósiles. Fue la industria eléctrica la que se integró con mayor fuerza a la dinámica económica local (donde había un atraso muy significativo con respecto a otros estados de país), pues no solo significó un importante adelanto tecnológico en los procesos productivos de otras industrias, sino que, además, esto fue posible gracias a las importantes obras hidráulicas las cuales se unieron al abasto que ya suministraban las plantas termoeléctricas[31].

Debe apuntarse el hecho de que la economía local, específicamente en la ciudad capital, gradualmente sufrió una reestructuración económica, social y cultural sin precedentes en su historia. Se pasó de la organización del trabajo en torno a las actividades primarias, como la agricultura y la ganadería (haciendas), a una mucho más compleja y dinámica, cambiante y llena de desafíos. Esta diversificación productiva tuvo como respuesta el aglutinamiento de trabajadores que, familiarizados con algunos procesos industriales, gracias a la implementación del ferrocarril en la localidad, no tardaron en adaptarse a los nuevos requerimientos que las pujantes industrias les solicitaban. Así pues, aún y cuando se considera que sería posterior al año de 1882 cuando se fundaron algunas de las principales colonias “obreras” en la ciudad derivadas de los trabajos ferroviarios, la industrialización en estos años llevó a una expansión urbana sobre los lindes de la zona industrial que se organizó[32].

Como puede verse (figura 2), el resultado fue la creación de nuevos asentamientos humanos, colonias de obreros que si bien algunas de ellas ya se habían establecido no sería hasta la década de los años 40´s cuando el proceso de industrialización, la dinámica demográfica y los atributos geográficos reconfiguraron la traza urbana hasta entonces seguida por la ciudad de Chihuahua[33]. Los nuevos barrios que se establecieron fueron la colonia “Industrial” (ampliación), el barrio de “Santo Niño” y la “Popular”; estos nuevos barrios, satisficieron momentáneamente la demanda de vivienda por parte de los obreros que trabajaban en la zona industrial que recién emergía[34].

Figura 2. Corema de los cambios en la estructura urbana de la ciudad de Chihuahua (1930-1940)

Fuente: elaboración propia con base en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

La década de 1950 a 1960

La siguiente década entre 1950-1960, significó una nueva dinámica en la reestructuración económica y urbanística de la ciudad; dicha dinámica se fundamentó en importantes inversiones de sociedades comerciales que reunieron la suficiente cantidad de capitales como para dar un nuevo viraje al desarrollo industrial de Chihuahua[35]. Esta década se caracterizó por un crecimiento e inversión en infraestructura, equipamiento urbano y demás obras públicas por parte de los gobiernos locales; aunado al interés por la diversificación y la inversión, algunos hombres de negocios se decantaron por impulsar la industria de la construcción[36].

En este sentido, sería el Grupo Chihuahua quien entre los años 1941-1942, invertiría una importante suma en la empresa Cementos de Chihuahua. Sin embargo, debido a la Segunda Guerra Mundial, y algunas otras incapacidades técnicas, se hizo prácticamente imposible su despegue en el mercado, reduciendo sus operaciones al mínimo hasta la segunda mitad de la década del 1940. Años después (1952), pasada la guerra y derivado de nuevas implementaciones en sus procesos, la empresa Cementos de Chihuahua logró una producción de 170,000 toneladas anuales; ya para 1967, la planta alcanzaba a producir 310,000 toneladas por año[37].

Es evidente que la producción de Cementos de Chihuahua fue debida al despunte que la actividad industrial de la posguerra trajo consigo; tal y como menciona Vázquez[38], existe una íntima relación en cuanto al auge de dichas empresas gracias a los modelos económicos adoptados a nivel nacional (sustitución de importaciones), pues esto les permitió fortalecer y organizar mejor sus procesos de producción y la obtención de mayores utilidades. Además, debe apuntarse el hecho de que los ritmos de la construcción industrial, residencial y la edificación se incrementaron de forma considerable en aquellos años. Tal fue el crecimiento de la empresa Cementos de Chihuahua que para 1972 se vio en la necesidad de abrir otra planta en Ciudad Juárez (Samalayuca)[39].

Otra importante inversión realizada por el Grupo Chihuahua fue la puesta en marcha de la empresa Aceros de Chihuahua; si bien dicho proyecto empresarial tuvo sus orígenes con la instalación de la Compañía Fundidora de Chihuahua S.A. en el año de 1950, no sería hasta 1955 cuando los inversionistas deciden conformar Aceros de Chihuahua[40].

La importancia que Grupo Chihuahua tuvo en la industria de la construcción en aquellos años, no se detuvo con las empresas antes mencionadas, sumadas a éstas estuvo la empresa “Ladrillera de Chihuahua” fundada en 1959[41]. Esta empresa producía loseta de barro para pisos y techos, ladrillos (principalmente) y vidriados (azulejos) para interiores y fachadas. Su producción se calcula en unos 30,000 ladrillos diarios para mediados de los años 60´s. Posteriormente, la empresa se reconstituiría en la “Internacional de Cerámica, S.A. de C.V., mejor conocida como Interceramic, en el año de 1979; sus operaciones vigentes y con presencia líder en el ramo, mantienen una fuerte presencia tanto nacional como internacional.

Puede mencionarse que, en el caso de Cementos de Chihuahua, su localización fue debida a la concentración de materiales en la Sierra de Nombre de Dios y la cercanía con el Río Sacramento. Esto lo permitió consolidar sus procesos productivos y estar bien comunicada gracias a su proximidad con las vías férreas. Algo similar ocurrió con la empresa Aceros de Chihuahua, la cual prácticamente estaba contigua a Cementos de Chihuahua. Análogamente, la Ladrillera de Chihuahua se estableció en las proximidades de importantes bancos de tierra arcillosa que le proveían la materia prima para la elaboración de sus productos[42].

La estructura urbana no solo se fue consolidando hacia el norte y sur del centro de la ciudad, sino también hacia el norponiente, específicamente puede hablarse de las colonias Mirador y San Felipe (etapa I), esta última vecina del barrio Santo Niño y la colonia Industrial; al otro lado del Río Chuvíscar. Al surponiente, surgieron colonias como la Campesina, Guadalupe, Santuario, San Martín, Ramiro Valles y Cerro de la Cruz[43]. La nueva distribución de la traza urbana (que se desplazó no solo hacia el norte y sur sino también de oriente a poniente) fue debida principalmente a la canalización del Río Chuvíscar en 1961; esta obra supuso una mayor integración de la ciudad. La expansión del “Canal”, como se le comenzó a llamar, resulto en la necesidad del trazado de puentes en las avenidas Venustiano Carranza, Tecnológico e Independencia lo que significó por fin la unión entre “norte” y “sur” de la ciudad[44].

Cambios en la década de 1960 a 1970

La Segunda Guerra Mundial representó para México oportunidades que supo aprovechar, una de ellas fue el Programa Bracero. Puesto en marcha en 1942, el programa consistía en la regularización del trabajo migrante (mexicano) en Estados Unidos, dado que una gran cantidad de hombres fueron reclutados para servir en el frente de batalla, la nación vecina se vio en la necesidad de continuar sus actividades importante mano de obra de México[45].

La respuesta ante tal contingencia consistió en el proyecto denominado Programa Nacional Fronterizo (PRONAF) liderado por el empresario Antonio Bermúdez a encargo del señor presidente López Mateos. El PRONAF no solo buscaba la creación de empleo para los miles de mexicanos asentados en la franja fronteriza, sino que además procuraba que la industria maquiladora complementara los procesos productivos de empresas multinacionales, con especial preferencia a las estadounidenses. El proyecto resultó sumamente atractivo para los estadounidenses, quienes estuvieron dispuestos a invertir en México; para controlar de mejor manera el flujo de los capitales de inversión extranjera, estas nuevas industrias fueron limitadas a parques industriales administrados por el PRONAF[46].

Para el año de 1966 el proyecto PRONAF se formalizaba con la creación del primer parque industrial en el país, localizado en Ciudad Juárez con una superficie de 1,740 hectáreas. La ciudad de Chihuahua no tardó en participar de las negociaciones y los beneficios que supuso esta nueva estrategia de industrialización y desarrollo económico. No obstante, sería hasta la próxima década (1980) cuando realmente se consolidaría este proceso en la ciudad capital, mismo que estaría a cargo de la Promotora de la Industria Chihuahuense. El resultado del programa fue la instalación de una gran cantidad de empresas cercanas a las plantas de Cementos de Chihuahua y Aceros de Chihuahua, lugar que, posteriormente, sería conocido como la “Avenida de las Industrias"[47]. En este periodo puede vislumbrarse una configuración industrial a dos velocidades, por un lado, la extranjera que llegaba con gran fuerza a la localidad y, por otro lado, la local-regional que ya estaba establecida desde las décadas anteriores. Es justo en este punto cuando realmente empieza a darse una apertura comercial, la cual perfilaba un cambio en el modelo económico imperante (sustitución de importaciones) y marcaba notablemente un nuevo rumbo de la economía nacional.

En lo que respecta al desarrollo urbano y la expansión de la ciudad, el fenómeno conocido como “paracaidismo” se agudizó a tal grado que la intensidad de estos conflictos y exigencias generaron, donaciones, e invasiones de algunos ejidos como el de Nombre de Dios (al norte de la ciudad) y Villa Juárez (al sur de la ciudad)[48]. Las luchas populares urbanas tuvieron su apogeo a finales de 1960, precisamente el año de 1968 es cuando se invade el ejido Nombre de Dios y se funda la colonia Francisco Villa (mejor conocida como “La Villa” o la “Villa Vieja”), que ya para 1972-1974 contaba con unos 60 mil colonos quienes poco a poco fueron edificando sus hogares en terrenos ajenos; esto representó una fuerte crisis para los gobiernos locales quienes tuvieron que actuar como intermediarios en los conflictos. Sería el Comité de Defensa Popular[49] (CDP) fundado en 1972 el que, con la participación de líderes sindicales, organizaciones sociales y juntas vecinales, poco a poco fue delimitando las áreas habitacionales en donde habrían de fundarse cerca de 200 colonias solamente en la ciudad de Chihuahua[50].

Por aquella misma década comienza un franco declive en la minería, es así como buena parte de la población de Aquiles Serdán (Santa Eulalia, Santo Domingo y San Guillermo) consideró la búsqueda de empleo en la capital. Esto significó un importante flujo de trabajadores que día a día se trasladaban desde la vecina localidad (Santa Eulalia) a la ciudad de Chihuahua; aunado a este fenómeno, la Fundidora Ávalos comenzó un proceso de nacionalización pues la crisis de los años 70´s afectó seriamente las funciones de la empresa ASARCO que empezó a vender acciones y en 1972 invirtió 200 millones de pesos en la planta para su modernización; sin embargo, ya para 1974 Grupo México adquirió la totalidad de la planta Ávalos[51].

En cuanto a Ciudad Aldama (municipio de Aldama), la construcción de la carretera federal 16 y el auge de los yacimientos uraníferos explotados por URAMEX, transformaron radicalmente su dinámica social y económica. Puede decirse que si bien el 80% de los trabajadores de Uranios Mexicanos (URAMEX) eran originarios de Aldama, el restante de trabajadores provenía de la capital del estado; esto intensificó el flujo vehicular y la dinámica laboral en la incipiente Zona Metropolitana de Chihuahua. URAMEX trabajó en la localidad (Aldama) por aproximadamente 15 años, pero sus funciones se detuvieron en 1984, dejando un importante vacío en la fuerza laboral que no se restablecería sino hasta casi dos décadas después[52].

La conformación de la estructura urbana en Aldama sufrió importantes cambios, los cuales se reflejaron en el desplazamiento de su centro hacia el norte, con dirección a la salida de la mina. Fue ahí donde se establecieron las primeras colonias de interés social, siendo la más popular la colonia Infonavit. Por su parte, en Aquiles Serdán los cambios fueron muy pocos o prácticamente nulos, la población “flotante” que oscilaba entre Chihuahua y este municipio no generó un impacto real en esta localidad[53]. Las transformaciones posteriores pueden observarse de mejor manera en el poblado de San Guillermo, mucho más próximo a la capital que Santa Eulalia (cabecera municipal de Aquiles Serdán).

Los años 80´s: hacia la conclusión del Régimen de Acumulación Sustitutivo de Importaciones

Para la década de 1980, la interacción entre los municipios que conforman la actual Zona Metropolitana de Chihuahua era mucho mayor, esto debido a las importantes obras de conectividad que permitieron un mejor flujo de personas y trabajadores que si bien muchos de ellos se trasladaban en transporte público (autobuses), otros más tuvieron la oportunidad de allegarse un vehículo automotor. La expansión urbana no se detuvo en este punto, inclusive tuvo el crecimiento más importante hasta ese momento, pasando de 8,489 ha al inicio de la década (80´s) a poco más de 15,000 ha para finales de la misma[54]. Prácticamente la ciudad se duplicó en cuestión de una década. La década de 1980 representó para la ciudad de Chihuahua eventos que detonaron su economía y sobre todo las formas y medios de vida de los chihuahuenses[55].

Es en esta década cuando comenzaron a desarrollarse los primeros parques industriales en la ciudad, orientados a la satisfacción de las demandas por parte de las compañías extranjeras (principalmente estadounidenses), las cuales ya estaban en franca posesión de muchos de los mercados internacionales. Uno de los casos emblemáticos para comprender el comportamiento de la economía local fue la instalación de la empresa estadounidense Ford Motor Company en el año de 1983[56], este suceso marcó la entrada de la entidad a la industria automotriz. Las decisiones de la empresa por introducir al mercado autos con motores más pequeños, abrió la posibilidad de generar una inversión de 400 millones de dólares en la ciudad capital; es así como desde su año de fundación, “La Ford” ha producido más de 13 millones de motores en su planta Chihuahua y el complejo industrial ubicado en esta ciudad se ha convertido en uno de los mejor posicionados de la empresa a nivel mundial[57].

La nueva flexibilización del trabajo, permitió a muchas empresas extranjeras deslocalizar sus procesos productivos y dispersarlos por el mundo con el fin de obtener mayores utilidades[58]. La ubicación geográfica estratégica y la mano de obra calificada eran ventajas que la ciudad de Chihuahua mantenía con respecto a otros lugares y fue muy bien aprovechada por la Promotora de la Industria Chihuahuense quien apuntaló la inversión extranjera directa en la ciudad y el estado gracias a la creación de los primeros parques industriales (Complejo Industrial Chihuahua y Complejo Industrial Américas). Los parques industriales significaron para la ciudad una nueva dinámica económica que traía consigo importantes desafíos en cuanto a la satisfacción de los requerimientos y necesidades de las empresas que decidían invertir en Chihuahua. Además de los parques industriales Chihuahua y Américas, en esta misma década se construyeron el Complejo Industrial Saucito y el Complejo Industrial IMPULSO[59].

La orientación de los mismos se hizo para lograr conexiones logísticas rápidas y fluidas; sin proponérselo, estas nuevas localizaciones industriales daban una nueva configuración a la ciudad de Chihuahua y proponían la conformación periférica de un anillo que circundara la ciudad para conectarse de manera rápida a la salida principal a los Estados Unidos, es decir la carretera Chihuahua-Juárez (Carretera Federal 45D). Es así como surgió la iniciativa del Periférico de la Juventud (en 1984), como un “segundo canal”, es decir una vía que conectara la ciudad de oriente a poniente tal y como veinte años atrás lo hizo la canalización del Río Chuvíscar. Esto detonó de forma inusitada la expansión de la mancha urbana hacia el norponiente y suroriente, formándose nuevas colonias como la Campesina Nueva, el Saucito, la Progreso, la Revolución, la Nueva Villa o Villita, la CDP, Tierra y Libertad, por mencionar algunas de las más densamente pobladas[60].

En menor medida, gracias al desarrollo en la infraestructura, la expansión urbana se desbordó también sobre los ejidos circunvecinos como el ejido Tabalaopa, al cual se le realizaron importantes segmentaciones derivadas de invasiones y expropiaciones. En el primer caso, muchos paracaidistas comenzaron a asentarse en las inmediaciones de la Hacienda Tabalaopa y también en las faldas del Cerro Coronel (ejido Robinson) para posteriormente buscar la regularización de sus predios mediante acuerdos con las autoridades locales y ejidales. En el segundo caso, dado el crecimiento de la ciudad, el pequeño aeropuerto de la ciudad que en los años 50´s y 60´s se localizaba en los límites del norte de la ciudad, fue trasladado hacia el sur de la ciudad a finales de la década de 1970.

Sin embargo, sería hasta 1981, luego de la expropiación de 190 ha al ejido Tabalaopa, cuando el actual Aeropuerto Internacional de Chihuahua Gral. Roberto Fierro inició sus operaciones. La puesta en marcha del aeropuerto provocó una mayor atracción de la localidad hacia las empresas extranjeras que deseaban invertir en Chihuahua; es así como el crecimiento comienza a darse también en la parte suroriente de la ciudad, conformándose colonias como San Rafael, la Lealtad II, Sector 3, 2 de octubre, y la Colonia Aeropuerto a finales de los años 80´s[61].

Ahora bien, es justo para concluir esta década que, provenientes de Estados Unidos y Canadá, empiezan a ingresar los primeros autos “chuecos” (también llamados “chocolates”) de forma ilegal a la ciudad de Chihuahua; esto representó un problema para las autoridades no solo locales sino inclusive llegando a ser un problema para la federación; estos vehículos representaban la oportunidad de autonomía en los traslados de cientos de familias chihuahuenses y sería el Comité de Defensa Popular (CDP) quien entre los años de 1989-1990 promovería la importación, venta y posterior regularización de estos automóviles[62].

Es así como la motorización puede considerarse un elemento clave en la conformación de las primeras conurbaciones entre Aquiles Serdán y Chihuahua, posteriormente entre Chihuahua y Aldama; la facilidad de transportarse a mayores distancias de una forma autónoma, así como las importantes inversiones en materia de vialidades (avenidas, bulevares y periféricos), aunado a una mayor libertad de las empresas extranjeras en cuanto a su localización, definitivamente favoreció la expansión de la mancha urbana para perfilarla en una pequeña área metropolitana[63].

Estructura geohistórica de la ZM-CUU durante Régimen de Acumulación Dominado por las Finanzas (RADF) (1983-2000)

Para el caso de México, algunos autores señalan que la implementación de un nuevo régimen de acumulación capitalista se dio justo al inicio de 1982 durante el sexenio del presidente Miguel de la Madrid[64]. Los ajustes estructurales durante estos años permitieron la participación de empresas extranjeras en nuestro país, como fue el caso con la Ford Motor Company en Chihuahua, los parques industriales en Ciudad Juárez, Monterrey o el Bajío[65].

Fue así como México inició una transición desde un régimen de acumulación basado en la sustitución de importaciones a uno basado en la flexibilización del trabajo y la financiarización de la economía[66]. El libre mercado comenzaba a ser una realidad. La capacidad de gestionar acuerdos internacionales durante este momento coyuntural se concretó con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado entre México, Estados Unidos y Canadá para impulsar un bloque económico continental (similar a lo que venía ocurriendo en Europa por aquellos años con la Unión Europea). Antecediendo a estos acuerdos comerciales, estuvieron una serie de reformas estructurales que se realizaron durante el periodo (1988-1994), las cuales marcaron la antesala de un giro radicalmente distinto para la dinámica económica nacional y su participación en la globalización económica[67].

En aquellos años la ZM-CUU ya contaba con un importante parque vehicular que promovió el desarrollo de infraestructura vial para desahogar las principales avenidas. No obstante, sería a finales de la década de los 80’s y el inicio de los 90´s, cuando la adquisición de un vehículo automotor se hizo relativamente sencilla[68]. Esta dinámica comercial en la compra-venta de automóviles extranjeros, acompañada de los movimientos sociales que exigían mejores condiciones de vida para los trabajadores y pobladores de nuevas colonias, representó una oportunidad para integrarse al mercado laboral que ya se desperdigaba por algunos puntos de la ciudad; las distancias se comienzan a vencer y dejaban de ser un impedimento para los ciudadanos en lo respectivo a dónde trabajar y dónde residir.

Es necesario resaltar este evento en la historia de la ZM-CUU porque, para algunos autores la concertación de los procesos de metropolización[69], así como la suburbanización y la periurbanización en las principales ciudades mexicanas[70] y latinoamericanas[71], estuvo aunada al incremento del automóvil (privado o particular) como principal fuente de transporte[72]. Según estimaciones realizadas por el Instituto de Planeación Integral del Municipio de Chihuahua (IMPLAN)[73], con base en datos de la Secretaría de Hacienda del Estado de Chihuahua, el incremento vehicular se comportó de la siguiente manera (tabla 1):

Tabla 1. Incremento vehicular 1940-1999

Incremento vehicular por décadas

Porcentaje (%)

1990-1999

22.95%

1980-1989

7.39%

1970-1979

1.86%

1960-1969

0.38%

1950-1959

0.11%

1940-1949

0.02%

Fuente: elaboración propia con datos del IMPLAN, 2016.

La nueva configuración ya no obedecía al Chihuahua de antaño[74] (figura 3), en donde la gran mayoría de las actividades (administrativas, económicas y sociales) se desarrollaban en el Centro de la ciudad. Sería durante el periodo comprendido entre los años de 1986-1996 cuando la integración comercial (impulsada por los cambios globales y las reformas estructurales a nivel nacional) resuena en la escala local al darle un mayor dinamismo a la localización de nuevas empresas que se integraban a cadenas de producción global, principalmente de la industria automotriz[75].

Debido a ello, no sólo los parques industriales (se crearon otros dos, además de los ya mencionados) alojaron estas nuevas fuentes de empleo, las que, con cierta inercia, se constituyeron en corredores amplios (corredores industriales) que derivaron en nuevos complejos industriales localizados principalmente en los bordes periféricos; dado que, gracias a la motorización, la localización de las industrias ya no suponía un problema mayor, éstas con el fin de reducir lo más posible las inversiones necesarias para poner en marcha sus actividades en la ciudad, adquirían predios a terceros (inclusive de régimen ejidal) para asegurarse un lugar en la capital o sus inmediaciones (principalmente en las periferias, en donde era más barato)[76].

Figura 3. Corema de la configuración del área de estudio para el periodo 1990-2000

Fuente: elaboración propia con datos de INEGI (2020).

En el caso de la industria, la Planta Fundidora Ávalos cerró sus puertas en 1993, dejando tras de sí un gran legado en la historia de la industrialización de la ciudad de Chihuahua[77]. Los siguientes años, la zona industrial “antigua” cedió el protagonismo de la dinámica económica a los parques industriales y los corredores industriales localizados principalmente al norte de la ciudad[78].

Esta oleada de inversiones extranjeras en la ciudad, inició un desplazamiento incesante hacia los bordes, configurando gradualmente la tradicional concentración monocéntrica hacia una estructura urbana de características más bien policéntricas (figura 4)[79].

A inicios de esta década (1991) se puso en operación la primera celda del relleno sanitario de la Ciudad de Chihuahua; a los dos años siguientes (1993), el Ayuntamiento de Chihuahua solicitó a la federación la expropiación de 50 ha del Ejido Tabalaopa para reserva del relleno sanitario (DOF, 1993)[80]. Ubicado al norponiente de la ciudad (salida a Aldama), esta obra movilizó importantes inversiones en infraestructura vial que desplazó poco a poco el interés por invertir en los límites de la ciudad con el vecino municipio de Aldama, sobre todo para la conformación de pequeñas granjas de uso lúdico.

Figura 4. Transformación de la configuración de la traza urbana de la ciudad de Chihuahua (1930-2000)

Fuente: elaboración propia con datos de INEGI (2020).

Las decisiones sobre la ubicación de los nuevos corredores industriales, los parques industriales al norte de la ciudad, así como el establecimiento del relleno sanitario hacia el nororiente, generó un importante desequilibrio en el desarrollo industrial en la ciudad, obligando a las autoridades locales a establecer nuevas propuestas de inversión a empresas extranjeras que desearan integrarse y asentarse en la localidad; esto se manifestó expresamente cuando, a finales de los años 90´s y principios de los 2000, la Promotora de la Industria Chihuahuense propuso la creación de nuevos parques industriales al sur y oriente de la ciudad de Chihuahua[81].

Sin duda alguna esta iniciativa de redireccionamiento para nuevas empresas, era la antesala para una dinámica económica aún más acelerada para las próximas décadas del siglo XXI. En este sentido, la administración municipal comenzó a verse rebasada por la expansión no sólo de las actividades económicas en el espacio urbano, sino además los asentamientos humanos (tanto regulares como irregulares) que siguieron apareciendo de forma paralela y contigua a los nuevos complejos industriales. Una de las respuestas fue el establecimiento de algunas jerarquías urbanas, fundamentadas en el aprovisionamiento de infraestructura y equipamiento urbano, que apoyaron al ayuntamiento en la gestión y la toma de decisiones en materia de desarrollo urbano.

De forma definitiva e irreversible, la ciudad de Chihuahua se integraba a los municipios de Aquiles Serdán (principalmente en la localidad de San Guillermo) y al municipio de Aldama (gracias a la aparición de importantes inversiones en la construcción de vivienda). Esto fragmentó de manera importante la dinámica urbana, pues se asistía a una dispersión urbana no prevista en anteriores proyecciones urbanísticas de la ciudad y de dimensiones no imaginadas hasta entonces. Otra de las consecuencias fue que la interacción entre el suelo urbano y el rural era ya, más que en otro momento, una realidad y un conflicto; no solo se había generado un proceso de metropolización, sino que la periurbanización comprometía a su vez elementos que se podían definir como meras rururbanizaciones más que como una urbanización continua que fagocitaba el suelo rural de manera gradual. [82] 

La recomposición de la estructura urbana expresada en esta escala espacial (metropolitana) fue mayormente evidente en la ciudad de Chihuahua en donde la fragmentación, que resultó de las transformaciones en la división espacial del trabajo (inherente a cada momento histórico, es decir a cada régimen de acumulación capitalista), se expresó en una nueva disposición urbana de corte policéntrico, misma que por su propia configuración espacial inició (y en algunos puntos asentó) una presión sobre los  espacios rurales (ejidos) próximos a la mancha urbana, los cuales prácticamente desaparecerían en las siguientes dos décadas al ser absorbidos por la necesidad de suelo para uso industrial y residencial (vivienda).

Conclusiones

Concretamente, es posible observar que el proceso de metropolización acaecido durante el periodo 1930-2000, resultó en la configuración de la ciudad de Chihuahua como una estructura claramente policéntrica, que si bien en ese momento no sé consolidó como tal, en los próximos años en el devenir del crecimiento y la expansión urbana, apuntalarían estas características en el contexto metropolitano de la ZM-CUU. Si bien los municipios de Aldama y Aquiles Serdán, contiguos al municipio de Chihuahua, sufrieron algunos cambios en las estructuras urbanas de sus cabeceras municipales (ciudades de mayor jerarquía dentro del municipio respectivo), los cambios y la dinámica de mayor contundencia se dieron en la Ciudad de Chihuahua.

En este sentido, tal y como lo menciona Sousa[83], un proceso de metropolización no es capaz de explicarse por un solo factor o variable; a saber, las apreciaciones de los elementos que intervienen en la transformación son de naturaleza endógena y exógena. Si bien para el caso de la ZM-CUU es evidente que la celeridad con que se dio el desarrollo industrial, mismo que potenció la necesidad de una articulación y conectividad entre los elementos presentes de aquel entonces, éste no fue el único factor (económico, según Sousa) que desencadena un proceso de metropolización (aunque si uno de los más potentes). Atendiendo los postulados de la propuesta teórica de Sousa, la convergencia de estos factores (endógenos y exógenos) soportarían una dinámica que se manifestaría como fuerzas centrífugas de expansión (FCE)[84], las cuales quedan plasmadas a través de una sucesión expansiva e iterativa que se entrelaza histórica y geográficamente dando origen a una diversidad de contornos y contextos espaciales sui géneris que también se podrían considerar como emergencias espaciales, transformaciones territoriales contemporáneas o bien definirse como nuevas dinámicas socioespaciales del capitalismo[85].

Estas nuevas expresiones espaciales perfilan una nueva faz en cuanto a la manera en que se dan las propias interacciones entre los habitantes del entorno metropolitano; ese mosaico caleidoscópico rebosante de heterogeneidad en donde conviven una serie de hibridaciones espaciales como el periurbano[86], los suburbios o el propio rururbano, son muestra de la exacerbada fuerza que las FCE plasman a su paso (figura 5), nulificando, en la mayoría de los casos, los intermitentes esfuerzos por consolidar intervenciones de contención y direccionamiento por medio de la planificación urbana y el ordenamiento territorial desde una dimensión institucional (en cualquier tipo de orden se refiera: municipal, estatal o federal-nacional).

Figura 5. Fuerzas centrífugas de expansión en la ZM-CUU

Fuente: elaboración propia con base en Sousa (2008).

El recorrido que el enfoque geohistórico permite a través de los hechos acaecidos en el área de estudio (ZM-CUU), da cuenta de la naturaleza y la asimilación que los procesos espaciales tuvieron en Chihuahua; a través de su contexto histórico, es posible entrever en ese incipiente fenómeno metropolitano una dinámica espacial en la cual las actividades se distribuyeron de forma tendencial y tendenciosa bajo la directriz específica de potenciar la capacidad productiva del sector en mayor crecimiento (industrial-manufacturero). Consecuentemente, la distribución del potencial productivo se mantuvo al margen de la mancha urbana dada la naturaleza propia de su actividad (amplias áreas para el desarrollo de sus actividades, por ejemplo, el caso de las fundidoras o la planta de cementos), la diseminación de polos especializados en actividades específicas, así como la aparición y recurrencia de flujos pluridireccionales de tránsito obligado (residencia-trabajo o residencia-estudios), apuntalaron una tendencia hacia la dispersión[87].

Esos cambios y sucesos históricos que se reflejaron de manera inequívoca en el espacio, son lo que Tovar[88] tendría a bien llamar como “permutaciones geohistóricas”, es decir los hitos o momentos clave que tuvieron impactos que transformaron el “todo” y no solo las “partes” de la ZM-CUU (figura 6).

De manera inherente al proceso de metropolización, debido a la dispersión ejercida por las FCE, la influencia que el centro metropolitano ejercía sobre el territorio (delimitado actualmente como zona metropolitana), relativamente fue perdiendo fuerza ;esto fue debido a la dinámica de fragmentación urbana que ocurre al momento de la expansión (metropolitana) y que resulta en un desvanecimiento de la presencia del núcleo central en las actividades y dinámicas presentes en las periferias o bordes[89].

Figura 6. Coremática de la dinámica socio-espacial de la ZM-CUU y expansión urbana en el periodo 1930-2000

Fuente: elaboración propia con datos del INEGI (2020).

No obstante, de manera paradójica, esta desarticulación espacial entre centro-periferia no llegó al punto de dislocación espacial, sino que llevó a una instrumentalización de ciertos mecanismos de dependencia que remiten a los dispersos subcentros (polos dependientes) a “volver” necesariamente al centro[90].

La incidencia que la localización y, en algunos casos, relocalización de las actividades productivas (desplazamiento de la zona industrial, por ejemplo) y residenciales (aparejadas a las actividades productivas hasta los años 70´s) es una evidencia precisa de cómo las nuevas modalidades de producción redefinieron la estructura, forma, funciones y los mismos tiempos de cambio (transformación) de los espacios urbanos; es decir que los patrones de metropolización y los cambios en los regímenes de acumulación (capitalista) mantienen una estrecha relación[91].

Al respecto, desde el enfoque geohistórico (figura 7), pudo observarse que las circunstancias subsecuentes de la expansión urbana hunden sus causas, y por ende sus efectos, en las acciones u omisiones realizadas en el pasado (dialéctica histórica). Así pues, debe anotarse que, si bien las transiciones entre los regímenes de acumulación capitalista considerados en este análisis geohistórico no comprometieron grandes cambios en cuanto a la demografía del área de estudio, si lo hicieron en cuanto a los patrones de distribución territorial de la población y en las intenciones por mantener una competitividad territorial que resultara en mayores inversiones. Indudablemente el apuntalamiento que tuvo la economía local en los primeros años del siglo XX, posibilitó la integración económica posterior, pues no sólo significó importantes inversiones sino la generación de un capital humano que no se encontraba con facilidad en otras partes del país.

Si bien la ZM-CUU tuvo un proceso sui géneris, con las inherentes particularidades que cada territorio asume derivadas de su historia y cultura, la influencia de los intereses capitalistas (inversiones) y los esfuerzos por atraer mayores capitales, como ya se apuntó, derivaron en la definición de nuevas centralidades, relocalizando todas las actividades productivas con especial énfasis en la industria.

Debe anotarse, además, el hecho de que la expansión física y la demanda por un recurso (limitado) como el suelo, condujo a la producción de discontinuidades espaciales que emergían como respuesta a la posibilidad de satisfacer la demanda del recurso por medio de suelo (rural) a bajo costo. Debido a ello, en múltiples ocasiones se transgredieron los espacios de borde e interacción urbano-rural (periurbano), así como aquellos destinados a la preservación ecológica y medioambiental.

Finalmente, se observó que el proceso de metropolización de la ZM-CUU integró en sí mismo características propias de los procesos de periurbanización a saber: discontinuidades respecto a la ciudad central, zonas de baja densidad poblacional y altas concentraciones en otras, desarrollos contiguos a las vías de comunicación periféricas y escenarios con mucha incertidumbre legal en cuanto a la tenencia de la tierra, específicamente en transición al Régimen Dominado por las Finanzas con énfasis en la primera década del siglo XXI (1990-2000) y queda abierta la posibilidad de nuevas evidencias sobre procesos de esta naturaleza a discutir en posteriores investigaciones.

Figura 7. Matriz Geohistórica de la ZM-CUU (1930-2000)

Fuente: elaboración propia.

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