Artículos
La gran cuenca minera de Lota antes de su industrialización (1550-1830)
The great mining basin of Lota before its industrialization (1550-1830)
Dra. María Esperanza Rock Núñez
Universidad de Concepción, Universität Bochum, Chile, Alemania
maria.rocknunez@ruhr-uni-bochum.de
https://orcid.org/0000-0002-0910-5269
Dr. Daniel M. Stewart
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile
danielmoroni@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-2466-7320
Recibido el 22 de diciembre del 2024 Aceptado el 28 de marzo del 2025
Páginas 279-314
Financiamiento: Fondecyt de Iniciación #11241354
Conflictos de interés: Los autores declaran no presentar conflicto de interés.
Reseumen: Esta investigación busca analizar por primera vez la historia de la cuenca minera de Coronel-Lota, previa a la llegada de los primeros mineros en el siglo XIX. El estudio se enfoca en tres ejes principales: el impacto en las comunidades indígenas, la presencia militar española y la expansión de las primeras haciendas rurales. Primero, se investiga la distribución y organización de las comunidades mapuches en la zona antes y durante el sistema colonial de la encomienda, que cambió con el asentamiento de los “indios amigos”. El segundo eje aborda el papel del ejército español y la construcción de los fuertes de San Pedro y Colcura. Finalmente, en el tercer eje se analiza la creación de haciendas rurales en el siglo XVII, que producían víveres para los soldados y las comunidades indígenas.
La investigación utiliza fuentes del Archivo Nacional Histórico de Chile y del Archivo General de las Indias, así como crónicas coloniales y estudios académicos. Cada uno de los ejes se desarrolla como una investigación independiente, con registros que incluyen documentos sobre encomiendas, censos y matrículas militares, permitiendo comprender cómo estos factores contribuyeron a la formación de la comunidad minera del carbón en la región. Este enfoque busca integrar la historia preindustrial en la narrativa del patrimonio industrial de la cuenca del carbón.
Palabras Claves: Historia de Chile, Historia Colonial, ruralidad, pre-industrialización
Abstract: This research aims to analyze for the first time the history of the Coronel-Lota mining basin, prior to the arrival of the first miners in the 19th century. The study focuses on three main axes: the impact on the indigenous communities, the Spanish military presence and the expansion of the first rural haciendas. First, it investigates the distribution and organization of Mapuche communities in the area before and during the colonial encomienda system, which changed with the settlement of the “Indian friends”. The second axis deals with the role of the Spanish army and the construction of the forts of San Pedro and Colcura. Finally, the third axis analyzes the creation of rural haciendas in the 17th century, which produced food for the soldiers and the indigenous communities.
The research uses sources from the National Historical Archive of Chile and the General Archive of the Indies, as well as colonial chronicles and academic studies. Each of the axes is developed as an independent investigation, with records that include documents on encomiendas, censuses and military registrations, allowing us to understand how these factors contributed to the formation of the coal mining community in the region. This approach seeks to integrate pre-industrial history into the narrative of the industrial heritage of the coal basin.
Key words: Chilean history, colonial history, rurality, pre-industrialization.
Una de las dificultades que ha tenido la historiografía chilena, y en especial los historiadores de la cuenca del carbón de Coronel-Lota, es que se han desarrollado escasas investigaciones sobre la época preindustrial. Después del cierre de las minas en la segunda mitad del siglo XX, la historiografía centró sus esfuerzos en la historia económica, social, política y en la historia de la tecnología dejando un período histórico sin estudiar y que es crucial para entender los inicios industriales de la zona.
Este período resulta fundamental, ya que se entrelazan la colonización del imperio español, los intentos fallidos de conquista de la cuenca de Arauco (cuenca minera) y la instauración de la república, liderada por una oligarquía española residente en “Chile”, cuyo proyecto se inspiró en los modelos del hemisferio norte y en la noción de “modernidad”.
Este contexto convierte a la época y al territorio en uno de los más complejos de analizar, dado que fue durante el dominio republicano cuando se iniciaron las faenas mineras en la cuenca, lo que indica que la industrialización fue un fenómeno estrechamente vinculado con la “incorporación” de la Araucanía al territorio chileno, aunque no sin violencia, despojo y una serie de elementos que cimentaron una estructura social desigual, jerárquica y con escaso respeto tanto entre los seres humanos como por el medio ambiente. Por tanto, la industrialización puede entenderse como un proceso adicional de conquista y colonización desde la vida moderna, donde la desigualdad y la vulneración se perpetuaron en las relaciones sociales industriales[1].
Por ello, es fundamental comprender qué sucedió durante los dos siglos y medio previos a la instalación de la gran industria y cómo este paisaje, hasta ahora poco estudiado, facilitó la formación de la comunidad minera del carbón. Cuáles fueron las características, los procesos y las relaciones sociales, económicas y políticas que encontró la minería en ese territorio.
Si bien contamos con relatos históricos que hablan de la frontera del Biobío colonial, no permiten reconocer el paisaje del tiempo previo de la llegada de los primeros mineros y la apertura de la cuenca minera del sur del Biobío al mundo y macroeconomía del Pacifico[2].
Esta investigación analiza desde la localización y registros históricos en archivos estatales, el período preindustrial de la cuenca minera del carbón, para así intentar analizar parte del vacío histórico que existe en el periodo colonial de la zona costera de la ribera sur del río Biobío.
Para examinar la historia preindustrial de la cuenca minera que hoy en día corresponde a principalmente a las comunas de Coronel, Lota y de menor grado la de San Pedro de la Paz, nos enfocaremos en tres ejes centrales que nos permitirían entender mejor el sistema de vida tanto social como económico que existió en la zona previa a la apertura de las minas de carbón al mediado del siglo XIX y se analizará cómo estos tres ejes agilizaron el proceso de inmigración interna dentro de la zona geográfica estudiada, que comenzó durante la segunda mitad del siglo XVIII. El primer eje que analizaremos es la presencia y distribución de las comunidades indígenas[3], de las tres comunas mencionadas, previa a la llegada de los españoles y cómo esta distribución se modificó con la implementación del sistema colonial de la encomienda durante el siglo XVI y el asentamiento de “indios amigos” que la reemplazó en el siglo XVII, hasta el final del periodo colonial que provocó la disolución de las comunidades mapuche de esta zona. El segundo eje que analizaremos es la presencia e impacto del ejército español con la construcción de los fuertes de San Pedro y Colcura en el antiguo camino real de la costa. Veremos su participación en la llamada guerra de Arauco y en su rol como puntos de interacción cultural entre los soldados y las comunidades indígenas de la Araucanía. El tercer y último eje que analizaremos es la formación y expansión de las primeras haciendas rurales del siglo XVII y como estas producían víveres para los soldados y las comunidades indígenas de la zona. Finalizaremos viendo como las modificaciones en la organización indígena y la reducción de la presencia militar española permitieron la llegada de cientos de familias de españoles pobres o mestizos al final del siglo XVIII quienes luego formaron parte de la base social laboral de las primeras minas de carbón medio siglo después.
Los registros históricos analizados como parte de esta investigación vienen mayormente del Archivo Nacional Histórico de Chile y de un menor grado del Archivo General de las Indias en España. Junto con eso contamos con publicaciones coloniales, como son las crónicas y las relaciones de méritos que nos permiten ver una historia generalizada para la región del Biobío, Chile. También nos referimos a investigaciones académicas sobre la zona minera de Coronel-Lota, que enfocan su historia desde el mediado del siglo XIX[4].
Destacamos que cada eje de esta publicación es una investigación propia, cuyos resultados, fueron reunidos e incluidos en este análisis. Para el eje de la organización indígena, reunimos los títulos de encomienda de los siglos XVI y XVII, donde seleccionamos a todos que correspondían al rewe Andalican-Colcura o que colindaba con ella. También revisamos las relaciones de méritos de los primeros conquistadores que participaron en las batallas de Andalican y la cuesta Villagrán para ver las descripciones territoriales que incluían como evidencia de su participación en los eventos descritos. Tercero incluimos los actos de los parlamentos de los siglos XVII y XVIII donde participaron los caciques de Colcura y finalmente analizamos las cartas e informes Jesuitas donde describen las visitas misionales que hicieron a las comunidades indígenas del rewe de Andalican-Colcura.
Para el eje del contexto militar, utilizamos primero las crónicas escritas por sacerdotes y oficiales del ejército que pasaron por los fuertes de San Pedro y Colcura. Segundo revisamos las matrículas de los soldados asignados a los fuertes en los siglos XVII y XVIII que nos permiten reconstruir no solamente las características de la guarnición, sino también la formación de familias militares, que mantuvieron sus plazas dentro del ejército durante generaciones. Además del ejercito formal, contamos con la visita del maestre de campo general Salvador Cabrito del año 1769 a las compañías de milicianos civiles, que acompañaron la guarnición de cada fuerte en momentos de guerra. Finalmente, para el siglo XVIII hemos localizado los informes de construcción y reparación de los fuertes después del alzamiento indígena del año 1723 y los terremotos de 1737 y 1751[5].
El eje de la propiedad agrícola forma parte de una investigación mayor sobre la entrega de tierras rurales y la creación de haciendas productivas en el obispado de Concepción durante los siglos XVII y XVIII. En dicha investigación reunimos todas las mercedes y mensuras de tierras coloniales hasta el momento identificadas, desde los cuales seleccionamos a todas las ubicadas dentro del territorio estudiado. Los registros encontrados van entre mercedes de tierras del siglo XVII, remates de tierras del siglo XVIII y una mensura de tierras del principio del siglo XIX. Además de esto, incluimos las primeras ventas de tierras indígenas del siglo XIX, antes de la regulación interpuesta por el estado de Chile al mediado del mismo siglo que puso fin a la práctica, desde la mirada legal.
Finalmente, para poder ver el aumento de la población “rural” hemos localizado varios censos o matriculas coloniales y dos catastros agrícolas del siglo XIX que nos permiten ver el crecimiento en la población español-mestizo e indígena durante los siglos XVIII-XIX, antes de la llegada de los primeros mineros. Por lo cual podemos decir que cada eje corresponde a una investigación desarrollada para poder entender mejor la situación territorial y social de las comunidades mineras al momento de su fundación, reconociendo así la existencia de una historia previa para incluir en la narrativa patrimonial de la cuenca del carbón de Chile.
Mediante estos registros, se busca identificar los orígenes de la comunidad industrial en el contexto específico de la minería del carbón, con el objetivo de integrarlos en las narrativas del patrimonio industrial de la región del Biobío, Chile. Este enfoque responde a interrogantes clave que surgen en el marco del proceso en curso para la nominación de cuatro sitios industriales de Lota como Patrimonio de la Humanidad, un proceso liderado por la comunidad, el servicio público correspondiente y la academia.
Mapa de área de estudio. Elaboración ANID-FONDECYT #23110309, por Rodrigo Díaz.
El primer eje para entender la historia preindustrial de la cuenca del carbón es la presencia y distribución de las comunidades indígenas existentes en el momento en que llegaron los españoles en el siglo XVI y su constante evolución durante el periodo colonial. El estudio de la cuenca de carbón como área geográfica indígena se marca dentro de las investigaciones recientes sobre la distribución y actuación de las comunidades indígenas precolombinas[6]. Varios escritores, cronistas y políticos, activos en Chile durante las últimas décadas del siglo XVI y las primeras del siglo XVII, relatan que el territorio indígena conocido hoy como la Araucanía estaba dividido en tres grandes alianzas, llamadas butanmapu, cuyas fronteras corrían de norte a sur[7]. Se identificaron, dentro de los textos españoles, como la cordillera, los llanos y finalmente la costa. El primero cubría la precordillera del lado este del valle central y todos los valles interiores de la cordillera de las Andes. Luego los llanos incluían el territorio del lado oeste del valle central y el lado este de la cordillera de la costa. Finalmente, la costa comenzaba con las partes más altas de la cordillera de la costa hasta el mar.
Cada butanmapu contenía grupos territoriales conocidos como ayllarewe, que estaban compuestos de entre 5 y 10 unidades menores conocidas como rewe o levo. Estos últimos se configuraban de unidades aun menores, las cuales fueron controladas por caciques principales. Cada cacique principal tuvo bajo su cargo una comunidad indígena cuyos habitantes podrían vivir en una unidad compacta como una aldea o esparcido por el campo como pequeñas haciendas[8].
El estudio de estas unidades indígenas no es algo nuevo, o libre de polémica. Sin embargo, destacamos primero el trabajo del equipo del profesor José Manuel Zavala[9] quienes identificaron al llamado “Estado de Arauco” con los ayllarewe del butanmapu de la costa. Tanto José Manuel Zavala[10] como la Luz María Méndez[11] amplificaron el estudio de los ayllarewe para incluir a las reuniones de paz, conocidos en los registros históricos como parlamentos, donde participaron docenas de rewe durante los primeros años del siglo XVII.
Por medio de estos estudios, sabemos que la región de la cuenca de carbón formaba parte del butanmapu de la costa, y más específicamente del ayllarewe de Arauco. Adentro del mismo se identifica un rewe en particular nombrado Andalican o Colcura que controlaba el territorio de la cuenca del carbón. El rewe colindaba por el norte con el río Biobío, por el este con los rewe de Palco y Maregueno del ayllarewe de Maregueno del butanmapu de los llanos y por el sur con el rewe de Longonaval del mismo ayllarewe de Arauco.
Las primeras referencias escritas que tenemos por la zona se encuentran en las crónicas, del siglo XVI y en los títulos de encomiendas entregadas por los primeros gobernadores. Estos registros tempranos nos permiten reconstruir la distribución de los asentamientos mapuche, por ejemplo, Jerónimo Vivar hace mención que hubo un pueblo indígena en el valle de Andalican, unas cinco leguas de la ciudad de Concepción donde, según él, los españoles construyeron allí un fuerte[12]. Otro registro del mismo periodo describe el pueblo de Andalican como un tambo o lugar de dormir en el camino indígena que conectaba los diferentes ayllarewe del butanmapu de la costa[13]. Otro cronista, Alonso de Góngora Marmolejo[14], describió la campaña militar que tuvo el gobernador Francisco de Villagra después de la muerte del gobernador Pedro de Valdivia en la siguiente forma:
[…]llegado, pues, al río de Biobío, pasó su campo por una barca. Puesto de la otra parte con muchos indios que llevaba por amigos de los repartimientos que estaban de paz, llevando su maestro de campo el avanguardia, llegó a un valle que se llama Andalicán. Haciendo allí dormida […]Otro día luego partió el campo de Andalicán y llegó a otro valle que se llama Chivilingo[…] (Góngora Marmolejo, 1574; 193)
La descripción de Góngora de Marmolejo nos permite distinguir tres asentamientos individualizados en la cuenca del carbón que fueron primero el valle o lugar de la barca, segundo el valle de Andalican y tercero el valle de Chivilingo. Fue a la salida de este tercer valle que el gobernador fue derrotado con sus soldados en la cuesta que separa los valles de Chivilingo y Laraquete, la cual actualmente lleva su nombre: la cuesta de Villagrán.
Ilustración 1: Mapa del ayllarewe de Arauco
Fuente: Ocaña, Diego de. 1605. Relación del viaje de Fray Diego de Ocaña por el Nuevo Mundo (1599-1605), Repositorio Institucional de la Universidad de Oviedo, España, página 85.
Hasta el momento no hemos podido develar quien recibió la encomienda de Andalican-Colcura del gobernador Pedro Valdivia. Sin embargo, en diciembre 1557 cuando llego el nuevo gobernador García Hurtado de Mendoza, se realizaron varios depósitos de las comunidades indígenas de la región en nombre de los antiguos encomenderos y los oficiales recién llegados del ejército. En esta lista, publicada por la historiadora Luz Maria Méndez[15], encontramos dos referencias de importancia para esta investigación. Primero aparece “al hijo de Vallejo lo que tenía el licenciado de las Peñas en las balsas de Biobío,” y segundo “al licenciado Pacheco el principal de los carboneros”. Testimonios posteriores indican que el licenciado Alonso Pacheco había recibido el depósito de la comunidad de Andalican, lo cual correspondería a los carboneros en la lista de depósito, mientras que las balsas del Biobío corresponden al sector de San Pedro y aparece en otros textos como “la barca”.
En 1561, el gobernador reasignó a las comunidades indígenas de la región en encomiendas, una de las cuales recibió el capitán Alonso Reinoso, quien pidió en encomienda a las comunidades del valle de Andalican, con la siguiente descripción:
[…] encomiendo en voz el dicho capitán Alonso de Reinoso el levo, regua o caviel dicho de Andalican e de su apellido e parcialidad con sus caciques que son: Marillanga e Pechimalin, de la parcialidad de Andalican y los caciques Quilacura y Taleande de la parcialidad que sirve al tambo que están en el camino real y el cacique Guanomalin que esta junto al rio Biobío que su tierra llamada Barca y su cacique Turanpichon y Colomalon y el cacique principal que se llama Melipillan y el cacique Mancolo, con todos los demás caciques e principales subjetos a el dicho levo, regua o caviel […]en la dicha ciudad de la Concepción, en cuyos términos están los dichos indios en el camino real que viene a Arauco en la costa de la mar […] (Medina, 1957; 481)
Nutriendo esos datos, la encomienda de Alonso de Reinoso permite conocer la siguiente distribución territorial dentro del rewe o levo de Andalican: la Barca con tres comunidades, Andalican con dos comunidades, el Tambo (Colcura) con dos comunidades, y finalmente dos comunidades adicionales en el valle de Chivilingo. Después de la muerte de Alonso de Reinoso, los gobernadores subdividieron la encomienda de Andalican, y asignaron un encomendero a cada valle, reduciendo así la cantidad de indígenas que cada uno administraba.
Los últimos dos gobernadores del siglo XVI, Alonso de Sotomayor y Martin García de Loyola, presentaron planes de expansión territorial al Rey de España que incluía una proposición de trasladar la ciudad de Concepción desde el valle de Penco hasta el valle de Andalican[16]. Argumentaron que el puerto de Andalican serviría las necesidades de abastecimiento de los españoles y que la presencia de la ciudad al sur del río Biobío solidificaría la recién formada ciudad de Santa Cruz de Oñez (1594) y la planificada ciudad de San Miguel de Arauco (1598). Sin embargo, en 1598 se desató un alzamiento indígena donde murió el gobernador Martin García de Loyola, lo cual puso fin a las posibilidades de un traslado de la ciudad de Concepción.
Para frenar el alzamiento indígena, se envió a Chile un nuevo gobernador: Alonso de Rivera, junto con un ejército de dos mil soldados. Se construyó una línea defensiva por la ribera del río Biobío, con una segunda línea que corría desde el río Biobío hasta el valle de Arauco por la costa. Se instaló un plan militar que incluía primero la destrucción de los campos y casas de las comunidades indígenas alzadas y segundo el traslado de las comunidades pacificadas al abrigo de los fuertes, preferentemente en la ribera norte del río Biobío, en su informe sobre las campañas militares del año 1602 el gobernador escribió lo siguiente sobre las comunidades de la costa:
[…]También me han dado la paz los indios de las Barcas y las Lagunillas y parte de los de Andalican, aunque estos de Andalican se volvieron a levantar de nuevo como lo tienen de costumbre y los de las Lagunillas y los Barcas aún no están asentados y esto lo hace que están de aquella parte de Biobío y aunque las condiciones que les saque fue una que habían de dejar sus tierras y reducirse a Ainavillo y Talcahuano, que es entre la Concepción y el dicho rio, y me lo cumplieron de primera estancia pasando con sus mujeres e hijos pero después se han vuelto a levantar[…]. [17]
La comunidad de las Barcas había sido trasladada al norte del río Biobío para instalarse al pie del cerro Chepe. Mientras que la comunidad de las Lagunillas se trasladó a una chacra en Talcahuano. Las otras comunidades habían dado la paz, pero no habían aceptado trasladarse al norte del río Biobío. Un nuevo informe del año 1604 revela la compleja situación en que se encontraban las comunidades de la zona y su deseo de mantenerse bien con ambos bandos del conflicto[18]. El informe del gobernador sobre su última incursión militar dice lo siguiente:
[…] de ida taló todas las comidas del enemigo de los Barcos, de Rocalao, Andalican, Chibilingo y otros pueblos y valles de Andalican y lo más entro en el fuerte, y a la vuelta asoló las comidas de Palco y toda la ribera del rio de Biobio hasta la despoblada de Santa Cruz […] (Medina, 1957; 501)
El 8 de mayo 1605 el gobernador Alonso García Ramon y el fraile jesuita Luis de Valdivia reunieron a los caciques del ayllarehue de Arauco en el fuerte de San Ilifonso de Arauco para participar en lo que sería el primero de varios parlamentos de paz donde participaría los caciques del ahora nombrado rewe de Colcura[19]. En esta ocasión se presentaron los caciques siguientes del rewe de Colcura: Andalican, Hueylepillan y Gueyquirante. Los caciques que aun vivían en sus tierras ancestrales acordaron que se mantendrían en sus tierras como vasallos al Rey, quien por medio del gobernador prometió liberarlos del sistema de la encomienda y protegerlos de sus enemigos de los butanmapu de los llanos y cordillera. Como consecuencia de los parlamentos los caciques y mocetones del rewe de Colcura dejaron atrás el sistema de la encomienda y comenzaron una vida nueva como indios amigos y soldados auxiliares del Rey[20].
Junto con los soldados del fuerte, los frailes Jesuitas construyeron capillas para poder dar misa a los soldados y las familias indígenas. Cada año los misioneros Jesuitas pasaron por las comunidades del rewe Andalican-Colcura en su camino a su base pastoral principal en el fuerte de Arauco. El cronista Tribaldos de Toledo[21] describe uno de los primeros viajes de los frailes de la siguiente forma:
[…]Cuatro leguas de la Concepción y dos del fuerte de San Pedro lo esperaba una compañía de a caballo para que con seguridad pudiese hacer noche en unos ranchos de un cacique principal llamado el Coronel, en donde el dicho padre catequizo y bautizo la noche allí estuvo ocho personas, los cinco adultos, y tanto que los cuatro de ellos eran muy viejos algunos de más de 80 años, y los otros tres eran niños como presagio del fruto que esperaba coger por si y por sus compañeros en aquel reino […](Tribaldos de Toledo, 2009; 133.)
Un segundo registro que data al año 1617, relata una visita pastoral que hicieron los frailes Jesuitas a las comunidades de Colcura. Su relato misional dice lo siguiente sobre su distribución y la condición de sus habitantes:
[…]las que hoy se baptizaran en Colcura donde hallamos una grande ramada y sus cruces puestas. Hable anoche a los caciques y los halle muy bien dispuestos y me regalaron como los demás con mucha frutilla, papas, y erizos de la mar y hoy esperamos en el señor se hará aquí en gran baptismo que se juntan los de Chivilingo y los del Coronel aquí en lo de Curapil y que acabaremos a tan buena hora...ayer domingo acabamos los baptismos de Colcura y fueron 235[…][22]
El relato revela la permanencia de cuatro comunidades dentro del rewe de Colcura. Aun así, de las comunidades de Colcura, Coronel, Chivilingo y lo de Curapil, solo la primera se encontraba viviendo junto al fuerte, según los registros hallados. Dentro de las cuatro comunidades registradas se bautizaron-matricularon unas 235 personas[23], lo cual sería la población indígena del rewe después de tantos años de guerra y el traslado parcial de algunas comunidades a la ribera norte del rio Biobío. El hecho de que varias de las comunidades no quisieron trasladarse al fuerte de Colcura trajo consigo una consecuencia mayor cuando un grupo de mapuches alzados, conocidos como los retirados, maloquearon en 1619 a la comunidad de Curapil, donde mataron varios de los hombres y esclavizaron 50 mujeres y niños de la comunidad[24]. En respuesta al ataque a la comunidad de Curapil, los españoles aumentaron la guarnición de cada fuerte a 40 soldados y convencieron a los sobrevivientes a unirse con la comunidad de Colcura[25].
Desde este momento hasta la llegada de los Chilenos en el siglo XIX no hay mayores registros sobre la distribución de las comunidades indígenas de San Pedro y Colcura. Las comunidades encomendadas de las Lagunillas estuvieron viviendo en la chacra de Talcahuano hasta el final del siglo XVII, cuando lograron regresar a sus tierras naturales. Sin embargo, las presiones económicas de la vida colonial durante varias generaciones, los llevo a volver a Talcahuano donde se quedaron viviendo de manera definitiva.
Se encontraron registros de los caciques y gobernadores de Colcura en los parlamentos que hicieron entre las comunidades indígenas y los gobernadores españoles. Hemos localizado referencias a los caciques y sus mocetones en siete parlamentos coloniales. El hecho de que los caciques de Colcura iban apoyando a los españoles como sus aliados nos hace pensar que probablemente participaron en los demás parlamentos sin aparecer en los acuerdos tomados. Lo que se describe en los registros, es que a estas alturas la comunidad consistía en cerca de quince hombres mayores de doce años y un número similar de mujeres y niños, todos los cuales vivían en una comunidad que colindaba con el fuerte de Colcura.
Tabla 1: Participantes de la reducción de Colcura en los parlamentos de paz
Fuente: Zavala, José Manuel, ed. 2015. Parlamentos Hispano-Mapuches, 1593-1803. Editorial, Universidad de Temuco. Chile.
El reducido número registrado de familia indígenas en Colcura y su supuesta ausencia total en la zona de San Pedro permitió la venta de tierras en desuso por parte de la comunidad, con o sin autorización de los caciques o las autoridades españolas. También dio pie a la emigración de otras familias indígenas desde más al sur hasta la zona en los siglos XIX y XX. Hasta ahora, no se ha encontrado mayor información sobre comunidades indígenas no registradas en esta zona.
El segundo eje para entender la historia preindustrial de la cuenca del carbón es la instalación y manutención de infraestructura militar, en este caso los fuertes de San Pedro y Colcura y sus respectivas guarniciones. Se instalaron dentro de las comunidades indígenas de la Barca y Colcura, con la misión de proteger el camino real que corría entre la ciudad de Concepción y el fuerte de Arauco. La historiografía sobre la guerra de Arauco y las instalaciones militares de la frontera del Biobío esta divido en diversos temas que va más allá de las acciones bélicas o los tiempos de paz.
Los cronistas Antonio González de Nájera[26] y Diego de Rosales[27] escribieron sobre importancia social y militar de los fuertes de la frontera durante el periodo colonial. Hugo Contreras[28], Pedro Vargas[29] y Gabriel Guarda[30] investigaron la construcción de los fuertes y la vida social de los soldados que los habitaban. El mundo comercial asociado con los fuertes, la compra de grados militares por soldados comunes, los capitanes de amigos y el abastecimiento de víveres para las guarniciones, son otros temas que hemos analizado con anterioridad. Son justamente estos temas que nos interesan cuando analizamos la existencia e importancia de los fuertes de San Pedro y Colcura.
En lo particular, la historiadora Holdenis Casanova[31] describió las dificultades que padecieron en los fuertes para mantenerlos en buen estado y los problemas que encontraron los lideres militares para conseguir financiamiento y hacer la manutención básica que se requerían. Relata como estas deficiencias jugaron un rol clave en los alzamientos indígenas de 1723 y 1769 que obligaron un retiro temporal del ejército de las tierras al sur del río Biobío.
En lo especifico, se fortificó el cruce del río Biobío y el valle de Andalican desde el siglo XVI y los tiempos de Pedro de Valdivia. Originalmente ocuparon las instalaciones indígenas existentes como el tambo o fuerte de Andalican, pero con el paso del tiempo se construyeron instalaciones permanentes. Estas instalaciones iniciales se describían como casas fuertes y luego palizadas o estacadas con uno o más casas en su interior.
En 1602 con la formación del ejército profesional se formuló una estrategia militar donde construyeron una serie de fuertes en la ribera norte del rio Biobío entre San Rosendo y el cerro Chepe y luego dos tercios o fortificaciones mayores más adelantado en Yumbel Viejo y Arauco. Para conectar el tercio de Arauco con la línea defensiva del río Biobío abrieron el camino real de la costa y reconstruyeron los fuertes de San Pedro y Colcura que había sido quemados en el alzamiento indígena del año 1599.
Los fuertes de San Pedro y Colcura fueron dotados con una guarnición de 20 soldados españoles y una compañía de indios amigos, bajo el mando de un capitán de amigos español o mestizo[32]. El fuerte de San Pedro quedó en la ribera sur del río Biobío frente el cerro Chepe en el cruce del río Biobío, mientras que el de Colcura se situó en el valle donde estaba el tambo original del rewe y servía como área de descanso antes de subir la cuesta de Villagrán que separaba el valle de Andalican de Arauco.
Durante la primera mitad del siglo XVII los fuertes de San Pedro y Colcura solo consistían en un par de casas y una iglesia, encerrada por una empalizada de troncos. En 1654 la guarnición de San Pedro se mantenía en 20 soldados, mientras que la de Colcura se había bajado a solo 14. Ambos fuertes fueron abandonados al principio del año 1655 cuando un alzamiento indígena arrasó con la región. Un terremoto y tsunami en 1657 terminó por demoler las instalaciones militares y fue recién en 1662, con el gobernador Ángel de Peredo, que se comenzó la reconquista y recuperación de la zona. El gobernador decidió fundar entre San Pedro y Colcura una nueva base militar, descrita en la siguiente manera:
[…] nueva población en el valle de Lota en que se levantó con notable cuidado y diligencia y con gran brevedad se vio dicha población acabada con mucha perfección, poniéndole por nombre Nuestra Señora de Guadalupe dejando guarnecida con ochocientos hombres y dejar los azadones de las manos pasé al paraje que llaman de Colcura a donde pobló asimismo el castillo de San Miguel del Arcangel […][33]
Sin embargo, la población en el valle de Lota duró solo un par de meses porque los caciques de Arauco pidieron el regreso del ejército a su sitio original en Arauco, lo cual se concretó en 1663[34].
Las décadas de paz al final del siglo XVII y principio del siglo XVIII fueron tiempos difíciles para la administración del ejército. Factores políticos y financieros en Perú atrasaron severamente la llegada del Real Situado y su posterior reducción, indicando que, al estar en tiempos de paz, no era necesario mantener el mismo nivel de presencia militar. Se redujo no solamente la cantidad de soldados sino también de recursos para la reparación de los fuertes[35]. Las pequeñas guarniciones como San Pedro y Colcura quedaron provistos de solo un oficial y unos pocos soldados, descritos en cartas de los gobernadores como viejos impedidos[36].
Dentro de los pocos registros militares del siglo XVII que hoy existen hemos encontrado tres revistas generales del ejército, hechas en los años 1693, 1695, 1700[37]. Ellas incluyen las asignaciones y pagos atrasados para el periodo 1687-1695 y son los únicos registros que tenemos y que muestran quienes fueron los soldados asignados a cada fuerte. La guarnición registrada para el fuerte de San Pedro variaba entre 15 y 21 soldados, dentro de los cuales hubo siete soldados que estuvieron presentes durante todo el periodo. Había también tres soldados que empezaron en San Pedro y luego fueron traslados a Colcura[38]. La guarnición de Colcura durante el mismo período variaba entre 9 y 15 personas, siendo seis los soldados que permanecieron en el fuerte durante las tres revistas[39]. Al principio del siglo XVIII hubo una reducción mayor en la cantidad de soldados del ejército, lo cual hizo que los soldados de los fuertes fueran asignados desde el fuerte de Arauco.
La limitada capacidad de respuesta de la administración militar de la zona se vieron claramente en 1723 cuando una disputa comercial entre comerciantes españoles y caciques de la zona cordillerana de Mulchen dio inicio a un alzamiento indígena que encontró al ejército español sin soldados, municiones ni fortificaciones adecuadas[40]. Los sobrevivientes de los ataques iniciales, tanto militares como civiles, retrocedieron al norte del río Biobío en espera de que las autoridades definieran los próximos pasos a seguir.
Volvieron a instalar los fuertes en 1728 pero grandes terremotos en 1737 y 1751 los dejaron nuevamente en ruinas. Un informe territorial, enviado al Rey, en el año 1756 nos entrega una valiosa descripción de los fuertes y relata los desafíos de la gente que vivía allí[41]. Para el fuerte de San Pedro se decía lo siguiente:
El fuerte de San Pedro […]dista del fuerte de Colcura once leguas, y está situado en la margen del Biobío este-oeste, en paraje plano […]Dista de la mar dos leguas; de la cordillera cuarenta y de la Concepción algo más de cuatro, considerada la legua de agua que tiene el rio. Su jurisdicción y límites a la parte del sur son siete leguas que hay desde el dicho fuerte hasta el estero del Coronel; por la del norte, veinte varas que es la distancia que hay desde la puerta principal hasta aguas del Biobío; por el este, siete leguas hasta el paraje llamado Palco y por el oeste, dos leguas hasta la mar. No tiene puerto, si solo la boca del rio por donde con aguas vivas, no habiendo avenidas, y a fuerza de remo puede entrar lanchas. Y dicho fuerte mantiene una para el pasaje […]No hay más oficiales de guerra que el que comanda, que es teniente de una de las compañías de la Concepción, que tiene cuidado de los reparos que necesita el fuerte, como de los soldados hagan el servicio. Sin que dentro del recinto hay más familias que la del comandante, ni más vivienda que la guardia donde viven los soldados […](Solano, 1995; 219-220.)
Se describía el fuerte de Colcura de la siguiente manera:
[…]El fuerte de San Miguel de Colcura que dista al norte de la plaza de Arauco siete leguas […]está situado norte-sur en la vega que forman los dos cerros, llamado el uno Villagra y el otro Colcura […]Dista de la mar tres cuadras, de la cordillera treinta y dos leguas y de la Concepción quince. Su jurisdicción y limites son: a la parte del sur tres leguas que hay desde el rio de Laraquete hasta dicho fuerte, y cuatro por la parte del norte hasta el estero llamado Coronel: por el norte cinco leguas de cerros y montañas inhabitables hasta el lugar llamado Pileu: y por el oeste las tres cuadras que hay del fuerte a la mar. No tiene puerto, solo un pedazo de playa, donde con todo tiempo pueden llegar lanchas […] comandante […]que es teniente de infantería […]ni más soldados que doce, destacados de la misma compañía. Su obligación es cuidar de los reparos del fuerte, hacer el servicio ordinario y administrar justicia a vecinos e indios […] (Solano, 1995; 219-220.)
La importancia militar, como zona fronteriza costera, de los fuertes de San Pedro y Colcura permitió que pudieran mantenerse durante el período que se reconfiguraron las fuerzas militares de la frontera. La revista militar del año 1735 muestra que el capitán Francisco Zela era cavo del fuerte de San Pedro, donde tuvo una guarnición de 19 soldados.
Ilustración 4 Guarnición del fuerte de San Pedro, año 1735
Fuente: Stewart, Daniel M. 2021. “Social advancement: military promotions and retirement within the Spanish army in Chile (1693-1735)”. Temas Americanistas, 1(47): 373–408.
El mismo informe muestra que el fuerte de Colcura estaba bajo el mando del alférez Javier Zavala y mantenía una guarnición de 10 soldados.
Ilustración 5 Guarnición del fuerte de Colcura, año 1735
Fuente: Stewart, Daniel M. 2021. “Social advancement: military promotions and retirement within the Spanish army in Chile (1693-1735)”. Temas Americanistas, 1(47): 373–408.
La importancia social y el aislamiento de los fuertes se ven cuando revisamos la matrícula de guarnición para el año 1764. Según el registro, vemos que hubo solo 12 soldados en San Pedro y 13 en Colcura.
Ilustración 6 Guarniciones de los fuertes de San Pedro y Colcura, año 1764
Fuente: Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Contaduría Mayor Primera Serie, vol. 10.
Aunque el nivel de la guarnición se mantuvo, el rol del ejercito cambió radicalmente a lo largo del siglo XVIII. Mientras que en el siglo XVII hubo una preocupación constante por un posible ataque indígena, durante el siglo XVIII la labor militar fronteriza consistía más en enviar mensajes y controlar a la población española y mestizo de la jurisdicción del fuerte. Aparte de las acciones militares asociadas a los alzamientos de 1723 y 1769 no hemos localizado otras acciones bélicas en los fuertes de San Pedro y Colcura hasta la guerra de independencia al principio del siglo XIX.
El tercer eje para entender la historia preindustrial de la cuenca del carbón es la formación del mundo rural por medio de la construcción de haciendas y chacras. Recientes excavaciones arqueológicas muestran que previo a la llegada de los españoles, las comunidades mapuche mantenían chacras donde sembraron tierras con cereales y verduras[42].
Sabemos que cuando llegaron los españoles en el siglo XVI, fundaron ciudades, como Concepción, asignando tierras para chacras y huertas en sus cabildos próximas a la ciudad a los españoles quienes quisieron establecerse allí. Además, autorizaron a los encomenderos a instalar sus encomiendas cerca de los bebederos de las comunidades indígenas con el fin de utilizar su mano de obra.
Es posible que Alonso Reinoso puso una hacienda en el valle de Andalican, sin embargo, los encomenderos del siglo XVI no contaron con títulos de merced para darles un dominio jurídico sobre las tierras rurales, por lo cual tuvieron que vaciarlas cuando se cambiaron las asignaciones de encomiendas. Todas las construcciones rurales españolas de la región de Concepción del siglo XVI fueron quemadas durante los primeros meses del alzamiento indígena del año 1598. Evacuaron las ciudades de Santa Cruz de Oñez y San Miguel de Arauco y los sobrevivientes se refugiaron en la ciudad de Concepción.
Como decíamos, el Rey quiso frenar el alzamiento indígena por medio de la creación de un ejército profesional con guarniciones iniciales en la ribera del río Biobío. Se abastecería el ejército con víveres producidos localmente por lo cual el Rey de España instruyó al gobernador a empezar a entregar mercedes de tierras a los oficiales del ejército o los descendientes de los primeros conquistadores que desearon colonizar el territorio dentro de la jurisdicción de cada ciudad establecida.
Entre los años 1604 y 1617 se entregó más de cien mercedes de tierras en la jurisdicción de la ciudad de Concepción y un número similar para la ciudad de Chillán. No obstante, en la zona sur del río Biobío y en la isla de Laja no se entregaron mercedes de tierra[43]. La razón porque no se entregaron tierras en estos lugares en aquel tiempo fueron dos, primero al estar en tiempos de guerra, no se podía resguardar las vidas de los pobladores por la falta de soldados disponibles. Y segundo, porque las haciendas creadas se administraban desde los cabildos, lo cual no se podía hacer hasta la reconstrucción de las ciudades perdidas de Los Infantes (Angol), Santa Cruz de Oñez y San Miguel de Arauco. No se podían modificar las jurisdicciones de las ciudades perdidas mientras existía la posibilidad de su recuperación por medio de las acciones militares o religiosas.
En los años siguientes hubo dos situaciones fortuitas que cambiaron la historia del paisaje rural del territorio sur del río Biobío. El primero corresponde a un juicio que trajo el último encomendero de Colcura Francisco Flores Valdés quien quiso trasladar desde sus tierras natales a todas las familias de los valles de Andalican y Chivilingo hasta su hacienda en la ribera del río Itata. El argumentó que su encomienda aún se encontraba vigente porque el rewe de Colcura pertenecía históricamente a la ciudad de Concepción y no la ciudad de Arauco, que había sido liberada anteriormente del sistema de la encomienda por el Rey. En 1629 el Consejo de Indias rechazó el reclamo del encomendero de Colcura de trasladar la comunidad a su hacienda en Itata, por estar contrario de lo pactado en el parlamento del año 1605, pero aceptó el punto jurídico donde indicó que el deslinde del lado sur de la jurisdicción de la ciudad de Concepción no era el río Biobío sino el río Laraquete[44]. Por ende, las tierras de Colcura se administrarían desde el cabildo de Concepción.
El segundo acontecimiento fue en 1641 cuando el gobernador Francisco Zúñiga el marqués de Baides hizo el primer parlamento de Quillín. En ello se pactó con los caciques mapuche de la cordillera y de los llanos un acuerdo de paz, y la reconstrucción de las ciudades perdidas en el alzamiento indígena del año 1598, lo cual legalizó la entrega de tierras en la isla de Laja y al sur del río Biobío[45].
En los años posteriores, se entregaron varias mercedes de tierras al sur del río Biobío, su mayoría en la misma ribera del río. Hemos identificado las siguientes mercedes de tierras del periodo 1641-1655, en el sector Las Lagunillas, Lucas Montemayor (600 cuadras) y Francisco Rodríguez de Ledesma (500 cuadras) y en Yrcata y Coronel, los Mercedarios (2000 cuadras)[46]. Este período de crecimiento de conquista territorial no duró, porque al principio del año 1655 hubo un alzamiento indígena que obligó el abandono de las tierras rurales desde Valdivia hasta el río Maule y luego en 1657 un masivo terremoto destruyo la ciudad de Concepción[47].
En 1663 el ejército español volvió a reconstruir los fuertes de San Pedro, Colcura y Arauco y desde 1674 se empezó a entregar nuevas mercedes de tierras en la isla de Laja y al sur del río Biobío. Sin embargo, fue recién en 1689 que encontramos una nueva merced en la zona costera cuando Pablo Catalán[48] recibió 1000 cuadras en Palco y luego en 1697 Francisco del Peso[49] quien recibió 1500 cuadras en el Calabozo. Al principio del siglo XVIII, el Rey revocó el permiso de los gobernadores para entregar mercedes de tierras y en su reemplazo se instaló un sistema de remate de tierras vacías. En este momento había seis estancias en la jurisdicción del antiguo rewe de Colcura. Ocuparon las mejores tierras donde plantaron pequeñas viñas, sembraron trigo y cebada y pastorearon vacas, ovejas, yeguas y mula.
La situación económica para los hacendados de la ribera sur del Biobío no fue ideal. Algunos eran soldados en el ejército, lo cual no les permitió trabajar sus tierras como deseaban, mientras que otros mantenían sus casas principales en la ciudad de Concepción, dejando sus estancias en manos de mayordomos. Lo poco producido, cereales, vino y carne, se ocupó primero en la manutención de los hacendados y sus trabajadores y segundo en el abastecimiento de los fuertes y comunidades indígenas. Sin embargo, a diferencia de los pobladores de los corregimientos de Itata, Rere y Puchacay, hubo más precariedad económica al sur del Biobío donde bandas de ladrones, compuestas de españoles, mestizos e indígenas, amenazaron las haciendas desprotegidas de la zona.
La situación inestable casi generó un nuevo alzamiento indígena en 1693 y luego después de varias décadas de paz y una reducción significativa en las fuerzas militares, hubo un pequeño desacuerdo comercial entre mercaderes militares y algunos caciques al interior de la Araucanía, lo que desató un nuevo alzamiento indígena en el año 1723. Los sobrevivientes de los ataques iniciales, tanto militares como civiles, se evacuaron al norte del río Biobío en espera de que las autoridades definieran los próximos pasos a seguir. Durante este tiempo se prohibió el regreso de civiles al sur del Biobío, lo cual incluyó a los dueños de las haciendas rurales. Uno de ellos fue el sargento Cosme Suarez de Ulloa, quien en su testamento del año 1728 indica que el gobernador aun no le habría dejado volver a sus tierras en Ircata y Coronel que había comprado de los Mercedarios[50].
Después que las familias y pequeños propietarios volvieron a la zona hubo dos grandes terremotos en 1737 y 1751 que dejaron un gran nivel de destrucción, obligándoles a reconstruirse nuevamente. Un informe territorial, enviado al Rey, en el año 1756 nos entrega una valiosa descripción de la región que relata los desafíos de la gente que vivía allí[51]. Se describía los pobladores de la jurisdicción de los fuertes de San Pedro y Colcura de la siguiente manera:
El número de personas que corren por españoles y están poblados al abrigo del fuerte distantes unos de otros son 170. Agregada a dicho fuerte hay una compañía de milicias de 30 hombres que son del número de los 170[…]Los vecinos de dicho fuerte viven donde tienen sus tierras, las que labran para papas, cebada y hortalizas, pero malas para trigos, por cuya razón no lo siembran. Tienen algunas porciones de vacas y ovejas, y de la lana de estas tejen sus bayetas para ayuda de vestirse. La negociación que tiene para subsistir es la siembra de papas, cebada, hortalizas y leche de que hacen mantequilla, muy semejante a la de Flandes; todo lo cual llevan a vender a la Concepción, y con el producto traen lo que más necesitan para pasarlo pobremente. En la reducción de indios que había en el paraje llamado Lagunillas, distante del fuerte media legua, solo ha quedado por memoria el cacique y tres hijos, y lo demás se han extinguido. […]
En las inmediaciones de dicho fuerte solo se halla pobladas 12 familias de españoles entre las que hay 20 hombres de armas, y personas 50, inclusive los 20. La obligación de estos miserables es la de conducir cartas y escoltar reos a las plazas inmediatas y en habiendo movimiento de enemigo, recogerse en el fuerte para defenderlo […]Los dichos vecinos viven distantes unos de otros, y algunos tiene unas poquitas ovejas y unas vaquillas lecheras en corta cantidad a causas de que las tierras, además de ser sumamente ásperas e inútiles, pertenecen a los indios, a quienes estas familias pagan arrendamiento por vivir allí. El modo de subsistir es con leche y verduras que siembran en algunos pedacillos de vegas que forman aquellos cerros, y con la abundancia de mariscos y luche que rinden aquellas playas, los que algunas veces conducen a la Concepción […]La reducción de indios amigos de aquella jurisdicción, dueños de todas las tierras son 18, los que concurren a los reparos que necesita el fuerte, y de todas edades y sexos componen 42 personas […](Solano, 1995; 219-220.)
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, se aumentó paulatinamente la población española-mestiza al sur del Biobío y se comenzó nuevamente el proceso de remate de tierras vacías. Por ejemplo, en 1794, algunos moradores de la ribera sur del Biobío indicaron que un potrero donde algunos oficiales del ejército pastoreaban sus animales no tenía dueño legítimo y por ende pertenecía al Rey[52]. El denunciante pidió el juez la expulsión de los animales del potrero y una mensura para saber la cantidad de tierras disponibles para rematar. El 13 de abril 1795 fueron al potrero llamado Loma de las Vacas y mensuraron, junto con los vecinos colindantes, unas 90 cuadras que pertenecían al Rey. Luego de esto se remataron, dando la primera opción de compra al denunciante original.
Mientras que este proceso se pudo concretar con facilidad en la ribera del río Biobío, en Colcura no existían tierras vacías en la cercanía del mar y las tierras al interior de los cerros no tenían valor para la época, por lo cual no hubo gente interesada en ellas. Para las pocas tierras costeras habitables ya existía un proceso de arriendo, donde los españoles o mestizos pagaban un monto anual al cacique de Colcura para el uso de sus tierras. No hemos encontrado registros que nos permiten ver cuan generalizado fue esa práctica, sin embargo, hubo instancias donde se vendían tierras de la comunidad a personas que anteriormente les arrendaba. Por ejemplo, el 15 de enero 1804, Isidro Neculpi el capitanejo de la reducción de Colcura, con el permiso y participación del capitán Juan Cantrillanca y el alcalde indígena Fernando Carigueupu, vendió dos sitios de tierras en Coronel y Puchoco por 90 pesos a Juan José Mora, cuya familia llevaba varias generaciones viviendo en la zona[53]. El 4 de julio 1825 hubo otra venta donde Pascual Colipan con su esposa Angelina Guechunao y su hijo José Maria Colipan vendieron otro sitio de tierras por 50 pesos a Adriano Mora, quien lo había estado poseyendo sin pagar arriendo por casi 40 años[54].
Durante los primeros años del período republicano el gobierno arrebató las propiedades rurales de los realistas, algunas de los cuales fueron posteriormente rematadas. Varias propiedades de órdenes religiosas igualmente fueron rematadas por el estado, para cubrir algunos de los costos de la guerra de independencia. Una de estas propiedades fue la estancia de Coronel, que había vuelto a pertenecer al convento de Nuestra Señora de las Mercedes de la ciudad de Concepción. En 1822 el general Juan de Dios Rivera peticionó al estado Chileno poder comprar las tierras que correspondía a la estancia de Coronel que había estado abandonada desde el comienzo de la guerra de independencia. El 23 de abril 1822 mensuraron las tierras de Coronel, encontrando dentro de sus límites unas 3857 cuadras, de las cuales 2000 pertenencia al título del siglo XVII. El 24 de octubre 1824 finalizaron el proceso de remate con una nueva mensura centrada en las tierras de la antigua estancia, donde esta vez midieron 2003 cuadras que se vendieron al general. Las demás de tierras de Coronel fueron rematadas, 500 cuadras al general Rivera y los demás a otros pobladores de la zona[55].
Cuando miramos la distribución general de las propiedades rurales podemos ver el informe territorial del año 1780, que no indica la presencia de estancias, pero sí la presencia de 16 casas agregadas a los fuertes y 27 casas rurales[56]. El catastro agrícola del año 1832 muestra en la parroquia de San Pedro hubo 41 propietarios viviendo en un total de 15 predios distintos, de los cuales 31 propietarios y 9 sitios serían pequeñas chacras de un promedio de 4 cuadras cada uno[57]. Los otros 10 propietarios eran dueños de 6 haciendas que datan del tiempo colonial. La mayoría de estos como por ejemplo Coronel con 2500 cuadras y Palco con 1800 cuadras tienen su origen en mercedes de tierras del siglo XVII. Para la parroquia de Colcura, el catastro muestra 38 propietarios divididos entre 26 predios, de los cuales solamente 7 podrían ser considerados pequeñas chacras. Unos 11 predios eran de 100 cuadras o más con el más grande siendo Quiñicoquilla con unas 5000 cuadras de tierras cordilleranas.
Cuando miramos al catastro agrícola para el año 1852, encontramos una reducción de propietarios incluidos dentro del impuesto[58]. El aumento en el monto de la exención del impuesto dejó afuera la mayoría de las pequeñas chacras dejando entre las dos parroquias 28 propietarios viviendo en 17 haciendas. Un tercer catastro nos permite ver la parte “urbana” de la parroquia. En Colcura anotaron solamente cuatro casas, sin embargo, al final del documento hubo una anotación, con fecha en Concepción el 30 de diciembre 1850, dice lo siguiente: “Provincial se ha visto que solo tiene que agregarse en el puerto de Colcura el molino, casa, y bodegas de don José Antonio Alemparte con 1850 pesos[59].” Dicha anotación entrega los primeros indicios del trabajo industrial que iba a transformar el paisaje de la región durante los próximos años.
La evolución de los tres ejes históricos de la cuenca del carbón trajo consigo una serie de cambios inesperados que permitió la rápida instalación de la industria minera del siglo XIX. Primero, los caciques de las comunidades del rewe Andalican-Colcura que se mantuvieron en la zona, trasladaron la totalidad de sus comunidades al abrigo de los fuertes de San Pedro y Colcura donde se fusionaron, dejando atrás las diferencias territoriales de cada comunidad. Al estar ligado con los españoles, empezaron a compartir la misma dieta y costumbres de los soldados y algunos emigraron al norte para trabajar como indios libres en las haciendas de los mismos militares que habían estado en los fuertes con ellos. Muchas jóvenes de la comunidad se casaron con soldados, cuyos hijos al ser mestizos dejaron de pertenecer a ella. Fue tanta la precisión sobre las comunidades que, al mediado del siglo XVIII según los registros revisados, casi no existían en los registros. En San Pedro no hubo cacique, mientras en Colcura, según los archivos revisados, la población indígena registrada no superaba las cincuenta personas.
Cuando miramos a la población de las parroquias que formaron posteriormente el departamento de Lautaro podemos ver que entre 1756 y 1865 la población aumentó de 720 hasta 29.177 personas[60]. La mayoría de este aumento se ve en las poblaciones mineras de Lota y Coronel, sin embargo, no podemos establecer criterios con los datos revisados, dado que las inscripciones y registros de esa época fueron confusos.
Antes de abordar el análisis de la formación de la comunidad minera en la cuenca del carbón, es fundamental contextualizar históricamente las dinámicas sociales que precedieron la instauración de la gran industria. Durante los siglos XVI y XVII, las comunidades mapuches de la región vivieron una serie de transformaciones y desestructuraciones como resultado de la colonización española y la posterior dominación republicana. La implementación del sistema de encomienda y, posteriormente, la instauración de los "indios amigos", jugaron un papel crucial en la migración y debilitamiento de estas comunidades, tal como lo indican los registros históricos revisados.
Por otro lado, la intervención militar española, a través de la construcción de fuertes y su involucramiento en la guerra de Arauco, propició interacciones que marcaron profundamente la relación entre las autoridades coloniales y las poblaciones indígenas. Este contexto sentó las bases para el surgimiento de dinámicas sociales marcadas por la esclavitud, el racismo, la resiliencia y otros fenómenos que influirían posteriormente en la conformación de la comunidad industrial minera del carbón y en la estructura de clases sociales en la región.
La presencia del ejército español, particularmente en la construcción de los fuertes de San Pedro y Colcura a lo largo del antiguo camino real de la costa, y su participación en la guerra de Arauco, tuvo un papel crucial en las interacciones culturales entre los soldados y las comunidades indígenas. No solo en términos de dominación y desigualdad socio-cultural, sino también en el significativo crecimiento de una población mixta, resultado de los matrimonios entre españoles y mapuches.
Asimismo, la formación y expansión de las primeras haciendas rurales en el siglo XVII, orientadas a la producción de víveres para los soldados y las comunidades locales, representaron otro factor determinante en la configuración del paisaje social y económico de la región. Cabe señalar que las haciendas y la ruralidad en esta zona estaban en sus primeras etapas, por lo que el paisaje estaba experimentando una transformación profunda en este período.
La reorganización de las estructuras mapuches y la reducción de la presencia militar española a finales del siglo XVIII facilitaron la llegada de numerosas familias de españoles pobres y mestizos, quienes, medio siglo después, formarían la base social y laboral de las primeras minas de carbón. Este proceso resalta cómo los cambios sociales, económicos y políticos previos a la industrialización sentaron las bases para la creación de una comunidad minera mixta en la cuenca del carbón.
El análisis histórico revela fenómenos como el despojo de tierras, las migraciones forzadas, la violencia, y la desidentificación, en el contexto de la "guerra de Arauco". Se observa que, si bien los mapuches sufrieron importantes despojos, vulneraciones y discriminaciones muchas más de las que se pudieron agregar en este artículo, junto a lo mestizos, hacia inicios del siglo XVIII, vivieron en condiciones de empobrecimiento y adversidad.
Desde una perspectiva decolonial, se evidencia una profunda transformación del paisaje y el territorio, que va más allá de la cosmogonía ancestral mapuche. La ausencia total de menciones sobre la visión del mundo mapuche en los documentos oficiales refleja un proceso de colonización caracterizado por la omisión sistemática de creencias y cosmovisiones prehispánicas, que vinculaban a las comunidades mapuches con su territorio de manera simbólica y cultural.
Este vacío no solo resalta el despojo material de las tierras, sino también la omisión de estructuras espirituales, sociales y culturales de las comunidades mapuches en las narrativas históricas oficiales. La apropiación de tierras y las migraciones forzadas de las comunidades mapuches desde el sur del Biobío durante el periodo colonial representaron un proceso de despojo territorial, pero también un intento sistemático de disolución cultural, identitaria y demográfica. Este proceso no solo fue un acto físico de despojo, sino también un intento de apropiarse de los discursos que definían la geografía humana de la región, es decir, de las narrativas históricas que explicaban el vínculo de las comunidades indígenas con sus territorios, constitutivo de la violencia simbólica (Bourdieu, 1996) que se perpetuará en años venideros.
Este fenómeno plantea un desafío para la historiografía de la cuenca del carbón y la industria minera en la región del Biobío. Al ocultar o asimilar a los mapuches como mestizos, se omite su presencia como una parte integral de la primera clase trabajadora en la industria carbonífera. Durante siglos, la identidad indígena fue marginada en favor de un proceso de asimilación forzada, donde ser español o chileno era considerado más aceptable socialmente que reconocer una identidad indígena. Este proceso de invisibilización distorsiona la comprensión de la historia laboral de la cuenca y altera la percepción de la transformación social y económica de la región. No obstante, aún está presente en sus habitantes[61] y en sus performances, lo que permite reconocer que las comunidades incluso en la actualidad reconocen su origen mapuche[62].
Por tanto, las narrativas emergentes desde el patrimonio industrial se presentan como una oportunidad para reconstruir y visibilizar la historia previa, los orígenes de la clase trabajadora, además de la transformación paisaje natural, la transformación social, económica y política de la Cuenca de Arauco. Es quizás uno de los espacios para valorar y reconocer también las historias de vida y las luchas de las comunidades mapuches antes de la industrialización, así como su participación en la formación de la base laboral de la industria del carbón. Integrar estos relatos en la narrativa del patrimonio industrial es esencial para ofrecer una representación más justa y precisa de las comunidades que, aunque relegadas en los registros oficiales, fueron fundamentales en la evolución de la región.
Desde una perspectiva de patrimonio crítico, es crucial recuperar y revalorizar aquellos elementos que han sido silenciados por la historia oficial, especialmente el aporte de las culturas indígenas, como la mapuche, en la construcción y desarrollo de la región. Es necesario reconocer no solo su papel en la mano de obra de las minas de carbón, sino también su contribución en la formación de comunidades resilientes y en la preservación de sus saberes y cultura en contextos de conflicto.
A pesar del desplazamiento y la marginación, las comunidades mapuches demostraron una notable capacidad de adaptación y resistencia frente a los procesos de aculturación y despojo. Su habilidad para transformar sus ritos, tradiciones y modos de vida en nuevas formas de resistencia les permitió seguir siendo parte activa de la configuración de la identidad social de la cultura obrera del carbón. En tiempos de conflicto, no solo lucharon por conservar sus territorios, sino que también contribuyeron al fortalecimiento de la solidaridad y el sentido de comunidad, esenciales para la supervivencia en condiciones adversas.
Así, el patrimonio crítico y decolonial debe incorporar estas voces y perspectivas que han sido sistemáticamente ignoradas o minimizadas en los relatos históricos dominantes. Es fundamental reconocer que las comunidades mapuches no solo formaron parte de la base laboral en las minas de carbón, sino que, a través de su resistencia, también fueron artífices de nuevas formas de organización social y cultural que, aunque transformadas, mantenían el legado de sus cosmovisiones y modos de vida. Este reconocimiento no solo enriquece nuestra comprensión del pasado, sino que también ofrece una oportunidad para repensar el patrimonio y el legado cultural de la región desde una perspectiva inclusiva, que valore las contribuciones de todos los grupos humanos que, a pesar de la colonización y la industrialización, continúan dando forma al presente y futuro de la cuenca del carbón.
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[1] Rock Núñez, María Esperanza. 2023. “Reflexiones sobre patrimonio y perspectiva decolonial en estudios postindustriales en comunidades del hemisferio sur”. Revista Gerónimo De Uztariz Aldizkaria, (37).
[2] Ortega, Luis. 1982. “The first four decades of the chilean coal mining industry, 1840/1879”, Journal of Latin American Studies 14: 1-32
[3] Cabe señalar que las nomenclaturas empleadas en este artículo se extraen de fuentes documentales oficiales de carácter histórico clásico. Su uso responde a criterios de fidelidad archivística, pero será acompañado de un análisis crítico que considere las implicancias semánticas, políticas y epistemológicas de dichos términos
[4] Ortega, Luis. 1982. “The first four decades of the chilean coal mining industry, 1840/1879”, Journal of Latin American Studies 14: 1-32; Vivallos Espinoza, Carlos, y Brito Peña, Alejandra. 2010. “Inmigración y sectores populares en las minas de carbón de Lota y Coronel (Chile 1850-1900).” Atenea, 501: 73-94. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-04622010000100005. Mazzei, Leonardo. 1992. “Orígenes del establecimiento británico en la región de Concepción y su inserción en la molinería del trigo y en la minería del carbón”, Historia 28: 217-239; Mazzei, Leonardo. 1997. “Los británicos y el carbón en Chile”, Atenea, 475: 137-167; Mazzei, Leonardo. 1998. “Expansión de gestiones empresariales desde la minería del norte a la del carbón, Chile, siglo XIX”, Boletín de Historia y Geografía 14: 249-265
[5]Stewart, Daniel M. 2023. “Pedro Robina y Juan Gómez de Vidaurre: relatos inéditos del terremoto del 24 de mayo de 1751 en Concepción, Chile”. Historia Regional, (50), 1-10.
[6] Stewart, Daniel M. & Zavala, José Manuel. 2022. “De levo a pueblo, la evolución sociopolítica y demográfica de los mapuche de Concepción: los coyunche y sus transformaciones en el marco de la encomienda e Alonso Galiano, 1550-1700”, Revista Memoria Americana, 30(1), 87-109.
[7]Zavala, José Manuel, ed. 2015. Parlamentos Hispano-Mapuches, 1593-1803. Editorial, Universidad de Temuco. Chile.
[8]Adán, Leonor. 2014. Los reche-mapuche a través de su sistema de asentamiento (S. XVXVII). Tesis doctoral para optar al grado de Doctor en Historia, Mención Etnohistoria, Universidad de Chile.
[9]Zavala, José Manuel y Tom Dillehay. 2010. “El ‘Estado de Arauco’ frente a la conquista española: estructuración sociopolítica y ritual de los araucano-mapuches en los valles nahuelbutanos durante los siglos XVI y XVII”. Chungara Revista de Antropologia Chilena, 42 (2): 433-450.
[10]Zavala, José Manuel, ed. Parlamentos Hispano-Mapuches, 1593-1803. Editorial, Universidad de Temuco. Chile, 2015.
[11]Méndez, Luz Maria. 2019. Cultura y Sociedad en Chile. Nuevas miradas a los siglos XVI, XVII y XVIII. Editorial Universitaria.
[12]Vivar, Jerónimo. 1966 (1558). Crónica y relación copiosa y verdadera de los reynos de Chile hecha por Gerónimo de Bibar. Santiago de Chile: Fondo Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina.
[13]Medina, José Toribio (comp.). 1957. Colección de documentos inéditos para la historia de Chile, Primera serie. Santiago: Fondo Histórico y Bibliográco J. T. Medina, vol. 10.
[14]Góngora Marmolejo, Alonso. 2019 (1576). Historia de todas las cosas que han acaecido en el reino de Chile y de los que lo han gobernado, Estudio, edición y notas de M. Donoso. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, Colección Letras del Reino de Chile.
[15]Méndez Beltrán, Luz Maria. 2019. “El jurista Fernando de Santillán, el trabajo indígena y los encomenderos en el sur de Chile, especialmente en Concepción y Arauco, 1550-1559.” Historia de Arauco. Garciadas Cañetinas. Conferencias escogidas 2004-2018: 21-142. Cañete, Sociedad Chilena de Historia y Geografía/ Agrupación Cultural Artis.
[16] Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, España, Patronato, 227,R.28.
[17]Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, España, Patronato, 228,R.32.
[18] Medina, José Toribio (comp.). 1957. Colección de documentos inéditos para la historia de Chile, Primera serie. Santiago: Fondo Histórico y Bibliográco J. T. Medina, vol. 10.
[19]Zavala, José Manuel, ed. 2015. Parlamentos Hispano-Mapuches, 1593-1803. Editorial, Universidad de Temuco. Chile.
[20]Díaz Blanco, José Manuel. 2011. El alma en la palabra: escritos inéditos del padre Luis de Valdivia, Santiago, Ediciones Universidad Alberto Hurtado; Ruiz-Esquide, Andrea. 1993. Los indios amigos en la frontera Araucana, Santiago, Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana.
[21]Tribaldos de Toledo, Luis. 2009 (1625). Historia general de las continuadas guerras i difícil conquista del gran reino i provincias de Chile, desde su primer descubrimiento por la nación española, en el orbe antártico, hasta la era presente, Edición, introducción, apéndice documental, notas e índices: Maria Isabel Viforcos Marinas, Universidad de León. Colección Tradición Clásica y Humanística en España e Hispanoamérica. León, 2009, 519 pp. ISBN 978-84-9773-477-6.
[22] Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), Italia, Provincia Chilensis, vol. 6, Carta Anua 1616-1617, foja 39.
[23]Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), Italia, Provincia Chilensis, vol. 6, Carta Anua 1616-1617, foja 39.
[24]Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, España, Escribanía, 932B.
[25] Concha Monardes, Raúl. 2014. El reino de Chile: realidades estratégicas, sistemas militares y ocupación del territorio (1520-1650), CESOC, Santiago, Chile.
[26]González Nájera, Alonso. 2017 (1614). Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile, Estudio, edición y notas de Miguel Donoso. Santiago de Chile, Editorial Universitaria, Colección Letras del Reino de Chile.
[27]Rosales, Diego. 1877. Historia General del Reyno de Chile Flandes Indiano. Imprenta del Mercurio, Valparaíso.
[28]Contreras Cruces, Hugo. 2018. “Fortificaciones, logística y vida de cuartel en el real ejército de Chile durante el siglo XVII,” Boletín Americanista, año LXVII, 77 (2): 203-223.
[29]Vargas Cariola, Juan Eduardo. 1981. Ejército de Chile en el siglo XVII. Tesis Doctoral Universidad de Sevilla.
[30]Guarda, Gabriel. 1973. “Las fortificaciones del reino de Chile y sus arquitectos”, en Boletín de la Academia Chilena de la Historia, 87: 233-260.
[31]Casanova Guarda, Holdenis. 1987. Las rebeliones Araucanas del siglo XVIII: mito y realidad. Ediciones Universidad de La Frontera, Serie Quinto Centenario. Temuco.
[32] Vargas Cariola, Juan Eduardo. 1981. Ejército de Chile en el siglo XVII. Tesis Doctoral Universidad de Sevilla; Stewart, Daniel M. 2015. Elite Militar y formación económica de un espacio regional: Concepción, 1598-1700 (tierra, población y mercado). Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Mención Historia de Chile, Universidad de Chile; Concha Monardes, Raúl. 2014. El reino de Chile: realidades estratégicas, sistemas militares y ocupación del territorio (1520-1650), CESOC, Santiago, Chile.
[33] Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Real Audiencia, vol. 2997, pieza 1, foja 1.
[34] Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Real Audiencia, vol. 3000, foja 218.
[35] Stewart, Daniel M. 2015. Elite Militar y formación económica de un espacio regional: Concepción, 1598-1700 (tierra, población y mercado). Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Mención Historia de Chile, Universidad de Chile.
[36] Casanova Guarda, Holdenis. 1987. Las rebeliones Araucanas del siglo XVIII: mito y realidad. Ediciones Universidad de La Frontera, Serie Quinto Centenario. Temuco.
[37]Stewart, Daniel M. 2021. “Social advancement: military promotions and retirement within the Spanish army in Chile (1693-1735)”. Temas Americanistas, 1(47), 2021, pp. 373–408.
[38] Stewart, Daniel M. 2015. Elite Militar y formación económica de un espacio regional: Concepción, 1598-1700 (tierra, población y mercado). Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Mención Historia de Chile, Universidad de Chile.
[39] Stewart, Daniel M. 2015. Elite Militar y formación económica de un espacio regional: Concepción, 1598-1700 (tierra, población y mercado). Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Mención Historia de Chile, Universidad de Chile.
[40]Casanova Guarda, Holdenis. 1987. Las rebeliones Araucanas del siglo XVIII: mito y realidad. Ediciones Universidad de La Frontera, Serie Quinto Centenario. Temuco.
[41]Solano, Francisco de. 1995. Las Relaciones Geográficas del Reino de Chile, 1756. Consejo superior de investigaciones científicas centro de estudios históricos, departamento de Historia de América, Madrid.
[42]Dillehay, Tom D., Zavala, José Manuel, Saavedra, José, Rojas, Arturo. 2020. “Los Camellones Indígenas de Paicaví, Araucanía, Chile, y sus Implicancias Socioeconómicas durante el Periodo Colonial Temprano: Un Enfoque Preliminar”, Chungara Revista de antropología Chilena, 52 (2): 317-333.
[43] Stewart, Daniel M. 2015. Elite Militar y formación económica de un espacio regional: Concepción, 1598-1700 (tierra, población y mercado). Tesis para optar al grado de Doctor en Historia, Mención Historia de Chile, Universidad de Chile.
[44]Archivo General de Indias (AGI), Sevilla, España, Escribanía, 932B.
[45] Stewart, Daniel M. 2023. “Reflexiones del primer parlamento de Quillín: cartas inéditas de los oficiales de Chile y su respuesta formal desde España (1640-1643)”, Cuadernos de Historia, 59 (2): 357-380.
[46]Stewart, Daniel M. 2016. “Colonización Española en la ultra-Biobío: 1641-1713”, Historia de Arauco. Nuevos Aportes. XII Garciadas Cañetinas.
[47]Stewart, Daniel M. 2021. “Social advancement: military promotions and retirement within the Spanish army in Chile (1693-1735)”. Temas Americanistas, 1(47): 373–408.
[48] Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Capitanía General, vol. 483, foja 11.
[49]Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Capitanía General, vol. 841, foja 230.
[50] Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Judicial de Puchacay, legajo 12 pieza 6.
[51]Solano, Francisco de. 1995. Las Relaciones Geográficas del Reino de Chile, 1756. Consejo superior de investigaciones científicas centro de estudios históricos, departamento de Historia de América, Madrid.
[52] Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Capitanía General, vol. 136, foja 116.
[53] Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Notarios de Concepción, vol. 8, foja 56.
[54]Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Notarios de Concepción, vol. 8, foja 58.
[55]Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Contaduría Mayor Primera Serie, vol. 4355.
[56]Solano, Francisco de. 1994. Relaciones Económicas del Reino del Chile, 1780, Consejo superior de investigaciones científicas centro de estudios históricos, departamento de Historia de América, Madrid.
[57]Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Dirección general de estadísticas, vol. 2.
[58] Chile, Estadística Comercial de la República de Chile, Santiago, Imprenta de los Tribunales, 1852.
[59]Archivo Nacional Histórico de Chile (ANH), Intendencia de Concepción, vol. 355.
[60] Censo jeneral de la República de Chile: levantado el 19 de abril de 1865, Biblioteca Nacional de Chile.
[61] Asociaciones indígenas inscritas en CONADI en la cuenca de Arauco.
[62] Rock Núñez, María Esperanza y Bretti María. 2025. “Narrativas artísticas de la transformación. Una aproximación a la sensibilidad y a su memoria”. Revista de Geografía Norte Grande, en prensa.